Tal día como hoy del año 1898, hace 124 años, en el puerto de La Habana (entonces colonia española de Cuba), estalló el acorazado de la armada de guerra norteamericana Maine. Como resultado de aquella explosión, el barco se hundió y murieron 261 de los 355 tripulantes (3 oficiales y 258 marineros). Desde un primer momento, los tabloides del grupo de prensa norteamericano Hearst (entre los más destacados The San Francisco Examiner, Los Angeles Examiner, The Boston American, The Chicago Examiner, The Washington Herald y The Seattle Post-Intellicencer) señalaron a las autoridades coloniales españolas como responsables de aquella tragedia.
Desde que el presidente norteamericano James Monroe había dictado su famosa doctrina "América para los americanos" (1823), los gobiernos de los Estados Unidos habían dado apoyo a todos los movimientos independentistas de la región centroamericana, con un oculto propósito expansionista (expulsar a las potencias dominadoras europeas e instalar un modelo propio de neocolonialismo). En el caso de Cuba, los gobiernos del demócrata Stephen Grover Cleveland (1885-1889 y 1893-1897) y de los republicanos Benjamin Harrison (1889-1893) y William Mac Kinley (1897-1901) habían prestado apoyo al ejército independentista mambí, sin demasiados resultados hasta la explosión del Maine.
Nunca se pudo confirmar la autoría de las autoridades coloniales españolas en la comisión de aquel atentado, aunque tampoco se demostró que no estuvieran implicadas. Ahora bien, la muerte de 261 militares norteamericanos y la intensa campaña que posteriormente desplegó el influyente grupo de prensa Hearst consiguieron el propósito oculto de la administración de Washington: inclinar la opinión pública norteamericana a favor de una intervención armada. El ejército norteamericano entró en aquel conflicto el 25 de abril de 1898, y después tres meses y medio de guerra, el Gobierno del liberal Práxedes Mateo Sagasta firmaba la rendición (12 de agosto de 1898).