Tal día como hoy del año 1462, hace 563 años, en Barcelona, la Generalitat —organismo que ya hacía las funciones de las Cortes permanentes y, por lo tanto, de Govern del país— votaba cesar a Juan II como conde de Barcelona y nombrar, en su lugar, a Enrique IV, rey de la Corona castellanoleonesa, hermano mayor de la futura reina Isabel la Católica y sobrino del Trastámara catalán. Enrique IV había sido casado con Isabel de Portugal para ocultar su condición homosexual, pero su descendencia siempre estuvo bajo sospecha. Enrique fue llamado el Impotente y el Puto, y su hija, Juana, fue apodada la Beltraneja, porque se sospechaba que el padre biológico de la princesa era el primer ministro castellano Beltrán de la Cueva.

El nombramiento de Enrique de Castilla se produjo al inicio de la Guerra Civil catalana (1462-1472), un conflicto que pondría sobre el campo de batalla dos bloques históricamente enfrentados: a un lado, el estamento real, las clases mercantiles urbanas y el campesinado remença, y al otro, el estamento nobiliario, formado, básicamente, por la aristocracia militar y latifundista. Aquel conflicto se había fabricado en un escenario de profunda crisis (provocada por los efectos de la peste negra y los pogromos), y la chispa que lo hizo estallar fueron las políticas autoritarias de la cancillería real, que pretendían acabar con el equilibrio secular corona-nobleza-jerarquías eclesiásticas, propias del régimen feudal.

En aquel momento, la Generalitat estaba gobernada por la aristocracia nobiliaria, que desde las crisis de los siglos anteriores se habían cruzado con las estirpes más destacadas del mundo mercantil urbano para crear una oligarquía rentista totalmente opuesta a las reivindicaciones de los gremios y de los campesinos de remença. Esta misma clase dirigente eligió a Enrique IV de Castilla (un Trastámara pariente del rey depuesto) para evitar el descalabro que habría significado desafiar la legitimidad surgida del Compromiso de Caspe (elección de Fernando de Trastámara para ocupar el trono de Barcelona, 1412). No obstante, Enrique nunca tuvo una actuación acertada y las derrotas militares lo forzarían a renunciar a su nombramiento.