Tal día como hoy del año 1909, hace 108 años, moría fusilado en el castillo de Montjuïc el líder republicano Josep Miquel i Baró, y se convertía en la primera víctima de la represión desatada por las autoridades militares contra el movimiento revolucionario de la Semana Trágica. Josep Miquel i Baró, nacido en Lleida en 1865, era un miembro destacado del Centro Nacionalista Republicano, un grupo político catalanista fundado en 1906 por la facción disidente más de izquierdas de la Lliga Regionalista. El partido de Prat de la Riba y de Cambó —eje principal de Solidaritat Catalana— había sufrido una importante erosión de militancia disconforme con los acuerdos que mantenía con el gobierno conservador español.

 

En julio de 1909 había estallado una rebelión popular contra la orden de movilización de reservistas dictada por el Gobierno español. Amasa, presidente del Ejecutivo español, había ordenado que todos los hombres menores de 40 años que ya habían cumplido el servicio militar obligatorio se tenían que incorporar a filas para combatir en la guerra de Marruecos. El escándalo que detonó la revuelta fue una filtración en la prensa que afirmaba que la mayoría de reservistas eran catalanes, y que la guerra de Marruecos respondía a los intereses particulares de algunos ministros del Gobierno español, como el conde de Romanones, que tenían negocios de minería en el norte de África.

 

Miquel, funcionario del Ayuntamiento, fue uno de los líderes de la rebelión popular en el barrio de Sant Andreu. Era bastante conocido tanto por su capacidad de liderazgo y por su carácter excéntrico, como por su estética singular. Tenía un discurso muy directo que revelaba un carácter impulsivo. Alto y corpulento, llevaba una espesa barba roja y vestía una blusa obrera más larga de lo habitual. Fue procesado —con testigos dudosos— en una causa militar, acusado de dirigir el asalto al cuartel de la Guardia Civil y el incendio de la rectoría del barrio. Su condena y ejecución revelaría que, para los inductores y ejecutores, no era más que un cabeza de turco para atemorizar a la población.