Tal día como hoy del año 1258, hace 765 años, en Corbeil (a 30 kilómetros al sur de París) los representantes diplomáticos del rey Luis IX de Francia y del rey Jaime I de Catalunya, Aragón y Valencia, firmaban un tratado internacional que recibiría el nombre de la villa donde se protocolizó, y que, básicamente, acordaba dos puntos. Como resultado de la derrota catalana de Muret (1213), el Casal de Barcelona renunciaba a su proyecto expansivo por Occitania (reunificación de la vieja Marca carolingia de Gotia —siglos VIII a X— que se extendía desde el delta del Ródano hasta el del Llobregat y que había sido la cuna de los condados catalanes). Y, a cambio, la monarquía francesa renunciaba a los derechos que podía tener sobre los condados catalanes carolingios (la mitad sur de la Marca de Gotia), que se habían independizado de facto el año 987.

La interesada interpretación de Corbeil ha sido el argumento del nacionalismo español para negar que el condado de Barcelona —mes tarde Principado de Catalunya— fue un dominio independiente entre el 987 y 1714. Sostienen que el rey de Francia, como heredero de Carlomagno, "entregó" el dominio de los condados catalanes al rey de Aragón. Pero nada más lejos de la realidad. Luis IX, como rey de Francia y como descendiente de Carlomagno, reconoció la no renovación del vasallaje, es decir decir, la no subordinación de Jaime I, conde de Barcelona y también descendiente de Carlomagno por la vía patrilineal catalana (y no, por la aragonesa), que se estaba produciendo desde hacía 271 años. Los pactos de unión dinástica Barcelona-Aragón (1138-1150) impedían que Jaime I actuara como rey de Aragón en una cuestión propia del Principado de Catalunya.

No obstante, la monarquía francesa, y más tarde la República y el Imperio franceses, nunca renunciaron a la posesión de Catalunya. Entre 1640 y 1652 dieron apoyo a los catalanes en la Guerra de Separación, y combatieron para consolidar el Principado como un estado independiente en la órbita política francesa. El fracaso de aquella operación llevó a un intento que no tuvo éxito en 1697. En 1794, el ministro Couthon propuso al nuevo líder francés Robespierre la incorporación de Catalunya y la creación de una república satélite que tenía que proyectar y difundir el ideario revolucionario en la península ibérica. Y en 1808, cuando Napoleón I compró la corona española a Fernando VII y la cedió a su hermano José, separó Catalunya del lote y la incorporó al Imperio como una región más (1808-1814). Reveladoramente, Aragón nunca aparece en estos acontecimientos.