Tal día como hoy del año 1814, hace 209 años, el rey Fernando VII atravesaba la frontera hispanofrancesa por La Jonquera (Alt Empordà) para tomar posesión, de nuevo, del trono de Madrid. Fernando VII había sido coronado después del golpe de estado denominado Motín de Aranjuez (17-19 de marzo de 1808), perpetrado por las clases más reaccionarias de la corte. En aquel sórdido episodio, Fernando usurpó el trono a su padre, el rey Carlos IV, y lo obligó a salir hacia el exilio. Poco después, él también se iría del reino (1808). En el viaje de retorno, Fernando se hizo acompañar por su hermano Carlos María Isidro, futuro pretendiente al trono, y por su tío paterno, Antonio. El ejército francés los entregó al general Copons, capitán general de Catalunya.

Después del golpe de estado de marzo de 1808, Versalles —que tutelaba la política española desde la instauración de los Borbones en Madrid, en 1700—, quiso conocer de primera mano los planes de Fernando. Napoleón convocó una reunión en Bayona (País Vasco francés) con Fernando VII y con el depuesto Carlos IV, y en aquel encuentro el Borbón español le vendió la corona al emperador francés. A cambio, pasaba a cobrar una pensión anual y vitalicia de cuatro millones de francos franceses (origen de la futura trama de corrupción llamada "del bolsillo secreto"), una esposa de la realeza (tenía un pene de dimensiones colosales y ninguna princesa se quería casar con él) y el trono del reino de Etruria (creado por Napoleón sobre el antiguo ducado independiente de Toscana, 1801).

Pasados los años (1808-1814), Napoleón no había cumplido la segunda ni la tercera condición del pacto, y con el curso que habían adquirido los acontecimientos (los franceses habían perdido la guerra y los ejércitos aliados entrarían en París el 30 de marzo), el emperador se libró de Fernando y de su entorno. El Borbón no había previsto aquel escenario, y volvió al reino español masticando cristales. De camino a Madrid, mantuvo varias reuniones con sus antiguos aliados, las clases más reaccionarias de la corte, que le dieron apoyo para restaurar el régimen absolutista anterior a 1808. Acto seguido restableció la Inquisición, anteriormente abolida por el rey José I Bonaparte, y empezó una brutal cacería contra los disidentes de su régimen.