Tal día como hoy del año 1707, hace 315 años, y en el contexto de la Guerra de Sucesión hispánica (1705-1715) el rey Felipe V (el primer Borbón en el trono de Madrid) firmaba el decreto de Nueva Planta que derogaba el autogobierno valenciano. Los Fueros de València habían sido promulgados por el conde-rey Jaime I el año 1238, poco después de la conquista catalanoaragonesa de València ciudad. Durante 469 años, los Fueros habían sido el nervio de la vida política valenciana, y la carta magna que consagraba la naturaleza de estado del País Valencià. Con su supresión, el País Valencià perdía su independencia (primero dentro del edificio político catalanoaragonés y después dentro del edificio político hispánico) y quedaba reducido a la condición de simple provincia de la nueva España borbónica de ideología absolutista y de fábrica castellana.

La derogación de los Fueros valencianos era consecuencia de la ocupación militar borbónica del País Valencià, que se había producido en el contexto de aquel conflicto. El 10 de agosto de 1705, cincuenta días después de que el mayoritario partido austriacista catalán hubiera firmado el Tratado de Génova con Inglaterra (20 de junio de 1705) el también mayoritario partido austriacista valenciano había propiciado el desembarque de Carlos de Habsburgo en Dénia. Y el 9 de diciembre de 1705, treinta días después de que los catalanes nombraran a Carlos conde de Barcelona (9 de noviembre de 1705), la ciudad de València abría las puertas al ejército austriacista del general Basset y hacía lo mismo. En este punto es importante destacar que el austriacismo valenciano encarnaba las aspiraciones revolucionarias populares continuadoras de las Germanías de los siglos XVI y XVII.

También la liquidación del estado valenciano era una advertencia, en un tono claramente amenazador, de lo que pretendía —y que acabaría haciendo— el régimen borbónico en Catalunya siete años más tarde (1714), después de una brutal ocupación militar que, como en el País Valencià, se ensañó con la población civil. En el Decreto de Nueva Planta que el régimen borbónico impuso al pueblo valenciano, se ordenaba, entre otras cosas, la prohibición del uso de la lengua valenciana; la confiscación de todos los libros, mapas y documentos de todas las bibliotecas públicas y privadas valencianas (algunos fueron quemados y otros fueron transportados a la nueva Biblioteca Nacional de España); y la destrucción de todos los escudos y blasones cuatribarrados situados en las murallas, torres y puertas de València "para que los valencianos olviden que un día fueron libres".