Tal día como hoy del año 2002, hace 20 años, un pequeño pelotón formado por seis gendarmes marroquíes se instalaba en la isla desierta de Perejil, situada a doscientos metros de las costas de Marruecos. Aquella maniobra provocó una crisis diplomática porque, en la actualidad, la soberanía sobre esta isla no está aclarada. Por una parte, el Estado marroquí argumenta que la isla está situada dentro de sus aguas territoriales. Y, por la otra, el Estado español afirma que aquel islote forma parte del término municipal de Ceuta, aunque no está situado delante de sus costas.

La desproporcionada respuesta española —que movilizó efectivos policiales y militares de tierra, mar y aire—, que habría podido derivar en una guerra, tenía una única lectura: se pretendía que el Estado marroquí lo interpretara como una demostración de fuerza delante la histórica reclamación de Ceuta y Melilla. Finalmente, las tropas españolas detuvieron y retuvieron a los seis gendarmes marroquíes (fueron transportados en helicópteros militares en Ceuta y detenidos a la comandancia de la Guardia Civil), y pasados unos días —y después de la intervención de la diplomacia de Washington— fueron liberados en el paso fronterizo.

A finales de la Edad Media (siglo XIV y principios del XV) y coincidiendo con la apertura del estrecho de Gibraltar a las potencias navales cristianas; la isla de Perejil fue visitada por navegantes catalanes, genoveses, toscanos, napolitanos y venecianos; que viajaban a las costas atlánticas africanas y al cuadrante nordoccidental europeo. No obstante, las primeras noticias que se tienen de Perejil la describen como una pequeña isla que era un refugio temporal de corsarios berberiscos y de contrabandistas europeos.

El año 1415, la isla de Perejil fue incorporada a los dominios portugueses del norte de África. Pero en 1580, a la muerte del rey Enrique I, el último monarca de la casa Viseu; el rey hispánico Felipe II hizo valer sus pretendidos derechos por la fuerza de las armas (era hijo de una princesa de la corte de Lisboa) y se hizo proclamar soberano de Portugal. Ceuta y Perejil pasaron a soberanía hispánica. Y aunque, en 1640, Portugal recuperó su independencia, Ceuta —y aparentemente Perejil— quedaron bajo la dominación de la monarquía hispánica.