Tal día como hoy del año 1940, hace 80 años, en el contexto de los meses inmediatamente posteriores a la ocupación franquista de Catalunya y a la conclusión de la Guerra Civil española (1936-1939), el capitán general Orgaz Yoldi —que se hacía llamar Jefe de los Servicios de Ocupación— ordenaba la clausura del campo de concentración de Horta, en Barcelona, la dispersión de sus reclusos y su definitiva "clasificación en función de sus responsabilidades". Aquel campo fue situado en los pabellones en construcción que, posteriormente, serían los Hogares Mundet “que solo están empezados e inservibles (...) por tanto, casi inhabitables”. Fue con el Palau de las Misiones de Montjuïc y la Fábrica de Cáñamo del Poble Nou, uno de los tres grandes campos de la ciudad.

La población reclusa de aquel campo estaba formada, básicamente, por prisioneros de guerra republicanos; y en menor medida por personas que habían cometido alguna acción "indecorosa" (como por ejemplo “no saludar al paso de la bandera”); o exiliados que habían retornado confiando en que "la justicia de Franco", tal como divulgaba la propaganda franquista, les acogería como “hijos pródigos que regresan a la Patria”. La investigación historiográfica revela que los reclusos de aquel campo malvivían en condiciones infrahumanas, mientras esperaban que el aparato represivo del régimen los redirigiera a los "Batallones de Trabajo" repartidos por todo el territorio estatal. En algunos casos se les dirigió a campos de concentración de la Francia ocupada y la Alemania nazi.

El campo de concentración de Horta y los otros veinte campos en Catalunya o los más de ciento sesenta en el resto del estado español estaban inspirados en los campos de concentración alemanes habilitados por el régimen nazi antes del estallido de la II Guerra Mundial (1939-1945). Algunos historiadores han señalado a Paul Winzer, jefe de la Gestapo en España, como el arquitecto de los campos de concentración franquistas. La función de estos campos era la de disponer de mano de obra esclava para construir obras civiles (presas de embalses, canales, líneas de ferrocarril o aeropuertos); retener, investigar, clasificar por responsabilidades y adoctrinar a los prisioneros; y fusilar a aquellos que el aparato represivo franquista consideraba "irrecuperables".