Tal día como hoy del año 1721, hace 302 años, en Londres, el capitán pirata Walter Kennedy era colgado en la horca. Kennedy había nacido en 1695 en un suburbio de Londres llamado Pelican Stair, en el seno de una familia irlandesa. Había iniciado su carrera delictiva a la temprana edad de seis años con su padre —herrero de profesión— robando en casas. Después de varios ingresos en prisión, se acogió a un indulto general, promulgado cuando Inglaterra se implicó en el conflicto sucesorio hispánico (1701-1702) y enroló a miles de convictos a la marina, con la promesa de un salario y un lugar en la sociedad.

Kennedy se enroló en la marina inglesa con tan solo trece años (1708) y participó en las batallas navales que se libraron durante la última fase del conflicto, denominada Guerra de los Catalanes (1713-1714). La marina británica combatió la armada borbónica francesa, que había impuesto un bloqueo naval a Barcelona con la pretensión de completar el asedio terrestre y asfixiar la ciudad. La intervención de aquella fuerza naval británica, en la que estaba enrolado Kennedy, permitiría a la marina catalana burlar en varias ocasiones el bloqueo y aprovisionar Barcelona desde el Maresme.

Después de la Paz de Utrecht (1713), que supuso la retirada británica del conflicto sucesorio hispánico, el gobierno tory que había impulsado aquella defección incumplió la palabra dada a los convictos enrolados y los despidió masivamente sin ningún tipo de salida alternativa. La gran mayoría de esos marineros acabaron en el mundo de la piratería y, en el caso de Kennedy, las fuentes documentales revelan que se enroló en el barco pirata de Bartholomew Roberts, otro exconvicto y veterano de la guerra sucesoria hispánica, que capitaneaba al Royal Rover.

Después de un rocambolesco incidente, pasó a capitanear el Royal Rover y dirigió hasta 400 robos en alta mar y algunas destrucciones de poblaciones coloniales. Un tiempo después se retiró en Dublín (1720), lugar originario de su familia, donde —bajo una identidad falsa— adquiriría y regentaría uno de los grandes establecimientos de prostitución de la ciudad. Debido a un conflicto doméstico, fue delatado por una de las prostitutas de su negocio, que algunas fuentes apuntan que era su pareja. El negocio le fue confiscado, pero el estado británico nunca pudo localizar su tesoro.