Tal día como hoy, hace 356 años, en virtud del Tratado de los Pirineos (1659) la mitad oriental de la Cerdanya era ocupada por el ejército francés. Y era incorporada directamente al patrimonio real de los Borbones franceses. Se consumaba la división de la Cerdanya en dos mitades. La antigua Ceretània, un territorio con una tradición y una historia milenaria, quedaba arbitrariamente dividida en dos estados: el reino de Francia y la monarquía hispánica. Villas, pueblos y masías, elementos que explicaban la existencia de una comunidad sólidamente homogénea y plenamente identificada, quedaban separados por una raya artificial que atravesaba el territorio por enmedio de la llanura.

La división de la Cerdanya desmiente categóricamente la tesis tradicional que sostiene que franceses y españoles se avinieron para crear una frontera natural. El falso mito de los Pirineos. Una simple observación del mapa revela que la Cerdanya -en su totalidad- forma parte de la cuenca hidrográfica del Ebro. Como el Principat d'Andorra. El Segre marca el relieve del territorio, abriendo el valle hacia el Alt Urgell e inclinándolo hacia las llanuras de Lleida. La Alta Cerdanya -la mitad que estuvo ocupada después del Tratado de los Pirineos- es el único territorio bajo administración francesa que -físicamente- forma parte de la península Ibérica.

Los negociadores franceses ya lo sabían. No tenían suficiente con la puerta. Pretendían el control del umbral y del jardín. Una plataforma de proyección hacia la península a través del eje viario Tet-Segre, uno de los pasos más importantes -y estratégicos- para saltar los Pirineos. La vía tradicionalmente histórica de penetración del continente europeo hacia el valle del Ebro. Y una de las dos vías que vertebraron Catalunya en su etapa iniciática. La construcción del sistema defensivo francés confirma la tesis. Montlluís -la gran fortaleza del territorio- está a 20 kilometros de la frontera, allí donde los Pirineos separan la Cerdanya y el Conflent. La península y el continente.