Tal día como hoy, hace 512 años, moría la reina Isabel, que con Fernando, habían formado la pareja llamada los Reyes Católicos. Con la muerte de Isabel, la unión dinástica entre las coronas castellano-leonesa y catalano-aragonesa se rompía. Su viudo no había sido nunca coronado rey de Castilla. Los pactos matrimoniales lo habían situado en una posición subordinada, en la categoría de rey consorte. En la medida en que la difunta también ostentaba esta categoría para los dominios catalano-aragoneses. Cuando murió Isabel, la corte castellana giró la mirada hacia la hija y el yerno; Juana y Felipe, que en Castilla eran llamados "la Loca" y "el Hermoso" respectivamente.

"Viejo catalanote, vuélvete a tu nación", le soltó la aristocracia castellana al rey Fernando. Una cita que revela el poco interés de los poderes castellanos en mantener el status fabricado por la católica pareja. En aquellos días Colón ya había realizado varios viajes al nuevo continente. Y el Mediterráneo estaba cediendo -a marchas forzadas- su histórica centralidad en beneficio del Atlántico. Las oligarquías castellanas que, antes del católico matrimonio, habían contemplado -habría que decir guerreado- la posibilidad de hacer sociedad con Portugal, recuperaban con entusiasmo el viejo proyecto y mostraban con autoridad el camino de la puerta al consorte catalán.

Fernando supo leer con una clarividencia meridiana la estrategia castellana. Si los castellanos y los alemanes (la hija y el yerno) habían formalizado una nueva sociedad, las nuevas circunstancias geo-políticas le obligaban a buscar una alianza matrimonial con una potencia atlántica. Saliendo de Toledo, sin prácticamente tiempo de pasar por Barcelona, se fue a París y negoció un bodorrio express con Germana de Foix, sobrina del rey Lluis XII de Francia y 36 años más joven que él. Sólo tuvieron un hijo, Juan, que murió a las pocas horas de nacer. Si hubiera sobrevivido, la unión dinástica castellano-aragonesa no se habría recuperado nunca.