Tal día como hoy, hace 778 años, entraba Jaime I -soberano de la corona catalano-aragonesa- en València. Balansiya -que era el nombre árabe de la antigua Valentia romana- hacía 10 días que se había rendido en la fecha que las fuentes citan como la "víspera de los santos Arcángeles". Pero el rey Jaime no hizo la entrada oficial -la toma de posesión- hasta el 9 de octubre. València fue de inmediato convertida en Cap i Casal del nuevo país. Y desde 1238 esta festividad es conmemorada como el nacimiento del pueblo valenciano. En 1977 la Generalitat la declaró Diada Nacional del País Valencià.

La conquista significó un antes y un después en la historia de la ciudad y del país. Las Capitulacions (los pactos de rendición) nos hablan de una ciudad completamente islamizada. Y las investigaciones recientes confirman que quinientos años de dominación árabe habían borrado todo testimonio de la religión cristiana y de la cultura latina, la lengua incluida. Al día siguiente del 9 de octubre ocurrió lo que solía suceder. Los musulmanes que tenían posibilidades económicas emigraron hacia el sur. Hacia el reino nazarí de Granada. Y los más pobres se quedaron -manteniendo su cultura- bajo la protección jurídica de las Capitulacions.

El Llibre de Repartiments revela que la ciudad fue reocupada básicamente por catalanes. Procedentes, en buena parte, de las tierras de Lleida. En aquellos días los patrónimos, en muchas ocasiones, hacían referencia al lugar de origen familiar. Y encontramos una masa considerable de apellidos Verdú, Agramunt, Tàrrega, Cervera, Balaguer, Urgell, Segarra, Noguera o Garrigues. También Gironès, Cerdà, Perpinyà, Rosselló o Vallespir, procedentes del resto del Principado. Una circunstancia histórica que influyó en aspectos tan decisivos -en la formación nacional valenciana- como la lengua, las leyes o las instituciones.