Tal día como hoy del año 1647, hace 376 años, en Nápoles (entonces reino de Nápoles, uno de los estados integrantes del edificio político hispánico) una turba lapidaba al pescador Tomasso Aniello, conocido popularmente como Masaniello, líder de la facción más popular y radical de la revolución independentista napolitana. Masaniello fue asesinado a golpes de piedra por "uomi de mano" (bandoleros a sueldo) camuflados entre la multitud, después de que Rodrigo Ponce de León y Álvarez de Toledo, virrey hispánico en Nápoles, hubiera puesto precio a su cabeza. Según las fuentes documentales, aquel grupo de delincuentes habían sido contratados por Giuseppe Carafa, cabecilla de la facción nobiliaria independentista que rivalizaba con el sector revolucionario popular por el control del movimiento.

Ni Carafa estaba dispuesto a ceder la dirección del movimiento a las clases humildes, que ambicionan una revolución de arriba abajo, ni Masaniello estaba dispuesto a claudicar ante las oligarquías, que pretendían involucionar el país a un régimen feudal medieval. Ponce de León se aprovecharía de las rivalidades y pondría precio a una cabeza: pero no a la de Carafa, sino a la de Masaniello. La facción que lideraba el pescador era contraria a cualquier negociación, porque entendía que la monarquía hispánica había consumido todo el crédito político. Y era extremadamente revolucionaria, porque aspiraba a crear un nuevo escenario social (nuevas jerarquías, redistribución de la riqueza). Al poner precio a la cabeza de Masaniello, el virrey hispánico guiñaba el ojo a la nobleza napolitana.

Según las mismas fuentes, fue el mismo Carafa el que llevó la cabeza de Masaniello al virrey hispánico, y quien cobró la recompensa. Después de aquel crimen, los "lazzari" (los activistas de las clases más humildes de la sociedad local) asesinaron a Carafa; y el virrey hispánico, incapaz de controlar el clima de violencia que había fabricado, abandonó precipitadamente el cargo y la ciudad. La administración hispánica recurrió al uso de la fuerza (la intervención de los brutales Tercios) para controlar la situación. Y el pintor jativés Josep de Ribera, más conocido como el Spagnoleto, muy vinculado a la ciudad antes de la Revolución y de quien se esperaba que interviniera en favor de los revolucionarios, hizo un papel absolutamente triste.