Tal día como hoy del año 1666, hace 358 años, se extinguían los últimos focos de un gran incendio que se había iniciado tres días antes (2 de septiembre) y que calcinó el 90% de los edificios de la City, el núcleo histórico de la capital de Inglaterra, ceñido por la antigua muralla romana. Según la investigación historiográfica, el fuego destruyó las viviendas de 70.000 personas, en un distrito que reunía 80.000 habitantes (de un total de 500.000 residentes en la ciudad). En aquel momento, la City estaba ocupada por edificaciones tradicionales, construidas con madera y dispuestas sobre una trama urbana muy densa, que contribuyó a una rápida propagación y descontrol del incendio.
Según esta misma investigación, el fuego destruyó 13.200 viviendas, 87 templos parroquiales, la catedral de San Pablo y el palacio real de Whitehall. Al día siguiente de la extinción del incendio, las autoridades de la ciudad dieron la cifra de —tan solo— 6 muertos, que fue aceptada durante siglos, hasta que, recientemente, la investigación historiográfica apunta que aquella masa ígnea, que avanzó con una gran rapidez y descontrol (según la dirección y la velocidad del viento), y que alcanzó temperaturas de 1.250 grados, habría atrapado, matado y calcinado a centenares o miles de personas de condición humilde que nunca fueron documentadas.
El incendio se inició la madrugada del 2 de septiembre de 1666, y se originó en el horno de Thomas Farriner (un panadero de probable origen catalán, que era el proveedor oficial de la Royal Navy). Este foco iniciático estaba situado en Pudding Lane, muy cerca de la confluencia de los ríos Fleet y Támesis. Y lo que no tenía que ser más que el incendio de una fábrica de pan, se convirtió en una gigantesca bola de fuego por la inexistencia de cortafuegos. Durante los años inmediatamente anteriores, y a pesar de la experiencia de incendios importantes, las autoridades municipales no habían ejecutado los derribos previstos para impedir la propagación del fuego.
El Firehooks (el precedente de los modernos bomberos) no pudieron controlar ni el foco inicial ni la propagación de aquel fuego. El día 3, ya quemaba toda la fachada fluvial de la City. El día 4, el fuego ya consumía los edificios del centro de la City. Y el día 5, se consiguió extinguir el incendio por el que, desde la Torre de Londres, se derribaron a cañonazos una serie de edificios que, una vez en el suelo, hicieron la función de cortafuegos. A partir de aquella destrucción se dibujó un nuevo plano de la City, moderno y racional, y se impidió la construcción de edificios con materiales que no fueran ignífugos. Las clases humildes se vieron obligadas a abandonar su barrio tradicional.