Los dirigentes del PSOE tienen motivos para sentirse mucho más que preocupados: la encuesta del CIS tiene síntomas demoledores para ellos. La falta de cintura de Pedro Sánchez, maniatado a cuatro manos por los barones socialistas a la hora de negociar con Podemos, puede acabar llevándole directamente al pozo de los horrores. Asomarse al infierno. Aunque sea igualmente cierto que Pablo Iglesias no hizo nada por permitir un gobierno de Pedro Sánchez y que durante la supuesta negociación le propinó el número suficiente de desplantes para hacer inviable cualquier acuerdo PSOE-Podemos, el candidato socialista careció de las hechuras propias de un líder. Y el abismo no está tan lejos: según el CIS, el PSOE perdería la segunda posición, si se celebraran ahora las elecciones y no el 26 de junio, en beneficio de la alianza entre Podemos y sus confluencias con Izquierda Unida. El millón de votos de la formación de Alberto Garzón encontraría acomodo junto a los millones de la izquierda morada y multiplicaría sus escaños.

Es esta la principal conclusión de la siempre interesante encuesta del CIS, que, además, tampoco trae noticias muy alentadoras para el PP. Aunque volvería a ganar, bajaría algo más de un punto respecto al pasado 20-D: su distancia de la izquierda alternativa sería de tan sólo cuatro puntos. Una horquilla, si la situación realmente es ésta, que depende de cómo evolucione la campaña puede acabar abriendo de verdad los comicios. El PSOE va a tener realmente mucho trabajo si quiere revertir la situación y emitir algo más que mensajes vacíos.

Por lo que respecta a Catalunya, el sondeo ratifica una nueva victoria de En Comú Podem, importante en votos absolutos y mucho más estrecha en diputados, ya que la formación de Ada Colau y Xavier Domènech es especialmente fuerte en Barcelona. La disputa entre Esquerra y Convergència se solventa a favor de los primeros como sucedió en las europeas de 2014 y en las españolas del 20-D, no así en las municipales de mayo del pasado año en que se impuso CDC. Esquerra Republicana se desplaza con el viento de cola que propulsa el sólido liderazgo de Oriol Junqueras en el partido y en el Govern, donde es vicepresident. Mientras, a Convergència le sucede todo lo contrario y, excepto el papel de Carles Puigdemont como president de la Generalitat, todo está sometido a revisión. Incluso el nombre del partido.