No suelen ser los veranos tiempos tranquilos para los gobernantes, ya que la ciudadanía tiene, por lo general, más horas para debatir los desacuerdos y sacar a relucir su enojo. Este verano, el precio de la luz es la estrella y en este jardín se ha metido solo el PSOE, que trata infructuosamente de achicar agua mientras Podemos trata de aparentar que ellos no sabían nada y que en el gobierno solo están un poquito, y mucho menos participando de la subida eléctrica. Y el PP hace lo que uno tiene que hacer cuando se siente también responsable y no quieren que le señalen: callar. Algo que en política se practica bastante poco y que en ocasiones como la presente es la mejor decisión que podía tomar.

Con el agua al cuello anda la vicepresidenta y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, incapaz de enviar a la opinión pública un mensaje tranquilizador un día y otro día mientras el precio de la luz ha visto el quinto récord consecutivo este viernes y el octavo del mes de agosto. Para hacerse una idea, el precio del megawatio hora ha sido de 117,29 euros cuando el precio medio hace un año rondaba los 40 euros. En medio de este desbarajuste, además, la vicepresidenta ha abierto un gran melón informativo al sugerir que se podría crear una empresa pública de energía, algo que gusta a Podemos pero que genera urticaria en el PSOE. Tanta, que Ribera ha tenido que bajarse de este tren al poco de subir en él y subir a otro no menos lleno de espinas, como es el cambio de tarifas.

La cuestión para el gobierno no es sencilla: ¿cómo puede revertir la situación cuando todos los expertos vaticinan que el precio de la luz seguirá subiendo? Y es ahí donde reside el problema del Gobierno, ya que las clases medias pueden rápidamente abandonar al PSOE a una velocidad que solo se produce cuando la política le afecta realmente al ciudadano. Lo vivió Rodríguez Zapatero con el recorte social que llevó a cabo en 2011, la bajada de sueldos a los funcionarios y la congelación de las pensiones.

El verdadero problema de este incompetente Gobierno es pretender siempre vivir de las expectativas generadas y olvidar los problemas reales. Sucede en el caso catalán pero también en todos los otros temas. Por ejemplo, para paliar toda la inacción del Gobierno, difundió la idea de que el maná de las new generation iba a solucionar todos los problemas, ya que la lluvia de dinero europeo iba a ser tan importante que para qué preocuparse de otras cosas. Y sí que habrá 140.000 millones pero no para dilapidárselos en unos pocos días.

En el caso catalán, también ha generado un frame que nada tiene que ver con la realidad. Así explica, y sus medios propagan, que con la tercera pista del aeropuerto y los Juegos Olímpicos de invierno el problema catalán está solucionado. Desconozco quienes son los mensajeros de la Moncloa en esta ocasión, pero mucho me temo que los visitadores son los de siempre y el enfoque del problema igual de mal planteado que durante estos últimos años. Ninguna de las dos cuestiones -tercera pista y JJOO- llegan a acercarse lo más mínimo al conflicto entre Catalunya y España. Y se equivocarán allí pero también aquí si este es su diagnóstico. Esto no va de unas infraestructuras y un poco de dinero. Va de lo que en Madrid no quieren ni oír, y Catalunya no va a dejar de reivindicar.