La pésima gestión realizada por el equipo de gobierno de Ada Colau del fenómeno del top manta ha acabado convirtiendo un pequeño problema a todas luces manejable en una cuestión de ciudad. Lo que empezó como un banco de pruebas para nuevas políticas en la alcaldía de Barcelona ha acabado siendo un problema de Catalunya. Y, en parte, es normal que sea así: todo lo que sucede en la capital del país se expande sobre el resto del territorio. Mucho más si Barcelona tiene, en estos momentos, una mirada exigente por parte de los agentes económicos de la ciudad preocupados por la deriva de algunas iniciativas del Ejecutivo municipal. Tanto es así que el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, convocó este martes una reunión transversal de diferentes administraciones para intentar acotar el perímetro del problema y proponer actuaciones.

Generosamente, las administraciones comparten con el consistorio barcelonés la búsqueda de una solución y se han puesto encima de la mesa, por ejemplo, patrullas mixtas de los Mossos y la Guàrdia Urbana para evitar que los manteros se lleguen a instalar y la persecución contra las redes que importan los productos falsificados. Atrás parecen quedan algunos discursos confusos en los que el gobierno de Colau primero les apoyó, tras las protestas de los comerciantes adoptó una posición intermedia y tras la protesta de la Guàrdia Urbana se plegó a las demandas de la policía local. Pero el problema ya había adquirido fruto de los errores de gestión, una dimensión que nunca debió alcanzar.

Veremos ahora cómo se reconduce la cuestión ya que difícilmente se va a poder contentar a todo el mundo. El malestar en la zona del puerto es alto y las soluciones no son muchas. O se coloca en un lado o en el otro. Gobernar tiene estas cosas: es desagradable y genera problemas. Y aquí no vale, como en Madrid, hacer una larga cambiada y pasar meses y meses sin gobierno o con gobierno en funciones. Sobre todo cuando este problema no se puede endosar a la oposición, ya sean los independetistas del nuevo Partit Demòcrata Català, de Esquerra Republicana o de la CUP, o los unionistas del PP y de Ciudadanos. Porque si no lo soluciona será sin duda el tema del verano. Y, si no, al tiempo.