Si algo ha enseñado el PNV al catalanismo es que en política, si uno va exclusivamente a la suya, las cosas le van mejor. No cabrían en este artículo todos los intentos del catalanismo por cambiar España, como tampoco cabrían todos los portazos recibidos. Ha costado darse cuenta de que España no quería cambiar y que se encontraba muy cómoda con su distribución del poder territorial, con el ahogo financiero de las autonomías del arco mediterráneo, con la españolización de los niños catalanes y, más recientemente, con la implacable persecución política y personal del independentismo catalán.

Mientras todo esto pasaba, el PNV apartaba discretamente a Ibarretxe y cerraba un nuevo pacto con el Estado español. Se aseguraba mejoras en el cupo que reforzaban los privilegios del concierto económico y después desatascaba infraestructuras importantes. Todo ello ante el silencio de los que acostumbran a alzar la mano cada vez que hay una promesa -¡solo una promesa!- del Gobierno español que podría suponer una mínima mejora para Catalunya. O podía entrar en los despachos de la Comisión Europea de la mano del Gobierno español a las pocas horas de que desde Madrid se hubiera boicoteado un viaje del president Puigdemont a Marruecos. Los buenos y los malos.

Que el PNV no ha querido alinearse con las demandas mayoritarias de la sociedad catalana es una obviedad y también que se ha limitado a dar golpecitos de ánimo en la espalda de sus dirigentes. En una situación inversa no hubiera sido así: el independentismo catalán se hubiera sentido llamado a hacer suyo el problema vasco, siguiendo esa histórica tradición de ser los primeros defensores de las causas de los demás.

La presidenta del PNV de Vizcaya, Itxaso Atutxa, ha señalado este sábado que el PNV se replanteará sus relaciones con el ejecutivo español si se aplica en Catalunya el artículo 155 de la Constitución. No se enfade, señora Atutxa, eso ya se daba por descontado. Pero, ¿por qué no utiliza la fuerza parlamentaria de la que dispone en el Congreso de los Diputados para impedir la persecución de los altos cargos de la Generalitat y la guerra sucia del Estado? Eso sí que sería visto como una ayuda por todos aquellos que siempre han estado a su lado. Lo demás son palabras. Solo palabras.