El señor Julio Gómez-Pomar tiene 59 años, nació en Madrid, y pertenece al cuerpo superior de inspectores de Hacienda del Estado. Es desde hace más de dos años secretario de Estado de Infraestructuras, el equivalente al número dos del Ministerio de Fomento y antes fue presidente de Renfe. Su currículum profesional es importante, ya que cuenta con un doctorado por la Universidad Complutense de Madrid y un Máster en Administración Pública por la Universidad de Harvard, además de un sinfín de cargos en la Administración central, entre los cuales, director general en tres ministerios. No es exagerado considerarlo lo que comúnmente se define como un alto funcionario de la Administración española. Vive en Madrid y allí ha hecho toda su carrera pública.

No es una cuestión menor en el caso que nos ocupa y, obviamente, tampoco es peyorativa para los vecinos del señor Gómez-Pomar, pero sí es ilustrativa, y mucho. Solo desde la distancia del que está de paso y tiene el más profundo desconocimiento del estado de las infraestructuras ferroviarias en Catalunya puede uno manifestar que está en contra del traspaso total de Rodalies a la Generalitat de Catalunya porque, si se hiciera, el servicio sería menos eficiente. Oiga, señor mio, un poco de decencia, ya que eso es literalmente imposible. ¿Sabe usted el número de independentistas que ha hecho el maltrato que la Administración central ha dado a las infraestructuras catalanas? Partidas que no se han acabado materializando e inversiones que no se han hecho y que no solo ha denunciado el poder político sino todas las organizaciones patronales catalanas y las cámaras de comercio.

Cuando las averías en lo que llevamos de año se cuentan por cientos y el número de pasajeros afectados por cientos de miles hay que ser mucho más prudente. Incluso, no pasa nada, si se pide perdón. Los ciudadanos afectados se lo agradecerían. Al menos, háganlo por los que les votan. Y no vuelva a decir que el control de la red es mucho más eficiente con un único administrador como ustedes. Eso puede ser que sirva para Cercanías de Madrid pero no para el enorme desastre de Rodalies de Catalunya. El último Plan de Cercanías, del 2008, que se acabó el pasado año, tenía presupuestado una inversión en este periodo de unos 4.000 millones, de los que se acabaron invirtiendo unas pocas decenas por encima de los 100 millones. Mientras, el AVE hacia los lugares más inexplicables se llena de paradas fantasmas y el territorio español, de aeropuertos inútiles. Pero, eso sí, que decida Fomento.