Es evidente que el debate televisivo entre Donald Trump y Kamala Harris, a falta de algo más de un mes y medio para las elecciones presidenciales de Estados Unidos y que congregó frente al televisor a más de 67 millones de televidentes, ha sido importante. Más incluso de lo que podía parecer antes de que se celebrara. Trump perdió el debate, pero eso no es lo más significativo, ya que este tipo de disputas televisivas solo tienen trascendencia si se produce una derrota por KO de alguno de los contendientes, cosa que no se produjo. Sí, en cambio, había pasado en el que sostuvieron a finales del pasado mes de junio el presidente Joe Biden y Donald Trump, y que a la postre llevó a que toda la jerarquía del Partido Demócrata pidiera a Biden que lanzara la toalla, no se presentara a la reelección y diera paso a la vicepresidenta Harris, algo que le costó, pero que finalmente hizo.
Harris ha recorrido en menos de tres meses un trayecto prácticamente imposible. Ha generado el optimismo suficiente entre los demócratas para pensar en la victoria. Ha salido victoriosa del debate con Trump. Ha causado mella en el candidato republicano, que ha anunciado que no aceptará un nuevo debate con Harris. Ha fidelizado el voto republicano que ya tenía Biden, movilizado una parte del de la abstención y sembrado dudas respecto al resultado final en las filas de su adversario. El camino sin obstáculos insalvables que creía tener por delante Trump se ha transformado en muy pocas semanas en una carrera de resultado incierto, en que, hoy por hoy, todo puede acabar pasando el próximo 5 de noviembre.
Las encuestas que se han publicado en Estados Unidos después del debate televisivo son favorables a Harris, aunque por un porcentaje de entre un punto y un 2,5%. Insuficiente para ser considerado irreversible y mucho menos con el sistema electoral de votos electorales, en el que acabarán contando los resultados en una serie de Estados claves o bisagra: Arizona, Pensilvania, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte y Wisconsin. En todos ellos se espera una elección reñida. Solo en Wisconsin, Harris ha abierto una diferencia de tres puntos (50%-47%) y en los otros seis hay un empate técnico o una mínima ventaja de un punto de la candidata republicana. Algo que no permite extraer, por ahora, grandes consecuencias.
Las reacciones que se han visto tras el debate permiten avanzar que en el cuartel republicano se ha instalado, por primera vez, el miedo a la derrota. Algo que es nuevo en esta campaña electoral y una sensación que, sin duda, sienta especialmente mal a Donald Trump. Es probable que este tensione la campaña y aumente la descalificación de su adversaria. Pero esa estrategia es muy probable que no le funcione, ya que la vicepresidenta se ha instalado con fuerza en el centro del debate político y hasta la fecha no ha cometido ningún error grave, algo que en una campaña electoral es muy importante. Sobre todo, si el viento empieza a moverse a tu favor, como es en estos momentos.