El pasado viernes, Ernest Maragall renunció al acta de concejal en el Ayuntamiento de Barcelona en el que puede ser el adiós definitivo a una fecunda carrera política en la que solo le ha faltado la alcaldía de Barcelona. Un cargo que tuvo a su alcance en 2019, cuando ganó las elecciones municipales, y que perdió en los despachos de la Upper Diagonal, donde siempre se ha manejado con cierta dificultad. Eso sí, hizo falta que dos desalmados como Ada Colau y Manuel Valls, desde la izquierda y la derecha, se desdijeran de todos sus compromisos para desbancarle. Al grito de antes roja que rota, Colau renovó su alcaldía, Valls regresó a París y Barcelona siguió en la zozobra de un mandato absurdo en que la ciudad se desangró innecesariamente.

La carrera política de Maragall se puede dividir a grandes rasgos en tres etapas: la primera, desde los años 70, a la sombra de su hermano Pasqual. Pasaba por ser el cerebro gris, mientras que el alcalde era el político próximo, explosivo e imprevisible. También era el arisco protector de Pasqual, que le filtraba visitas y reuniones y tenía una enorme influencia en la estrategia y en un sinfín de decisiones. Este período duraría hasta 2006, en que se conoce que el president de la Generalitat tenía Alzheimer.

Ernest Maragall sin duda hubiera sido un buen alcalde de Barcelona

Es en aquel momento que el político en la sombra da un paso al frente, hace esfuerzos por rebajar su conocida intransigencia y acaba siendo conseller d'Ensenyament con el president José Montilla. Un período que se alargaría, como conseller y después diputado, hasta el año 2012, en que abandonaría el PSC, que se estaba desangrando entre españolistas y catalanistas. Recaló entonces en Esquerra Republicana que, sin duda, vio en el hermano de Pasqual una manera de ganar musculatura con un apellido de renombre y de paso debilitar al PSC. Han sido, sin duda, los años políticamente más fructíferos y donde, sin dejar de ser el hermano de Pasqual, ha sido el Ernest Maragall.

Sin duda hubiera sido un buen alcalde de Barcelona, ya que su cabeza siempre ha estado en ebullición con infinidad de proyectos para la ciudad. Contra pronóstico, después de las pasadas elecciones del mes de mayo, Xavier Trias y Ernest Maragall fueron capaces de superar el rencor y el desprecio entre Junts y Esquerra Republicana y alcanzar un acuerdo para gobernar Barcelona. De nuevo, la derecha, en este caso el PP, lo impidió y nunca sabremos qué hubiera podido dar de sí una gobernanza compartida entre dos políticos al final de su carrera política, con una idea complementaria de Barcelona, y sin mayores ataduras con los dirigentes de sus respectivos partidos.