Por segunda vez en su reinado, Felipe VI ha aprovechado una intervención en televisión para abandonar su posición neutral y, en consecuencia, aburrida, y entrar de lleno en la actual coyuntura política española. Lo hizo en octubre de 2017, en aquella sombría intervención televisada contra el independentismo catalán, que acabó siendo un punto de inflexión en la represión policial y judicial después de que hablara el monarca español. La intervención televisiva del rey aprovechando su tradicional discurso de Navidad es una pieza eminentemente política.

Es un rapapolvo al Gobierno, una enmienda a los acuerdos políticos realizados por Pedro Sánchez con el independentismo, un aval a la justicia española —que está en el ojo del huracán y con acusaciones de lawfare a alguno de sus miembros ilustres—, un alegato a favor de la Constitución de 1978 y del espíritu de sus padres fundadores, una defensa de la necesidad de consenso entre los partidos españoles y, finalmente, una falsa confusión entre la Carta Magna y la democracia, estableciendo que sin lo primero no hay lo segundo.

La bronca real no es casual, como no lo fue su rostro disgustado en la jura del cargo de Pedro Sánchez hace unas semanas en el palacio de la Zarzuela. La confianza entre rey y jefe de gobierno, si es que existía, se ha resquebrajado, y la ley de amnistía está en el frontispicio de las divergencias. La derecha puede estar contenta: tiene al rey de su lado. En términos históricos, a la Corona esta posición nunca le ha salido bien. En los cuatro folios y medio de su intervención, solo desaprovecha los dos primeros párrafos para enumerar de pasada los problemas de la educación, el empleo, la sanidad y la vivienda y, sin preámbulo alguno, resalta que este año quiere hablar de la Constitución y de España.

La intervención televisiva del rey aprovechando su tradicional discurso de Navidad es una pieza eminentemente política

Alrededor de una veintena de veces cita las palabras Constitución y España o españoles. Y otro tanto, unidad, consenso, respeto, éxito o futuro. Hay varias frases que diferencian la intervención de Navidad de este año de las anteriores. "La democracia también requiere unos consensos básicos y amplios sobre los principios que hemos compartido y que nos unen desde hace varias generaciones". "Gracias a la Constitución, conseguimos superar la división, que ha sido la causa de muchos errores en nuestra historia; que abrió heridas, fracturó afectos y distanció a las personas". "Evitar que nunca el germen de la discordia se instale entre nosotros es un deber moral que tenemos todos. Porque no nos lo podemos permitir". 

Hasta llegar a dos de las frases claves: "Fuera del respeto a la Constitución, no hay democracia ni convivencia posibles; no hay libertades, sino imposición; no hay ley, sino arbitrariedad. Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad" y "debemos respetar también a las demás instituciones en el ejercicio de sus propias competencias y contribuir mutuamente a su fortalecimiento y a su prestigio. Debemos velar siempre por el buen nombre, la dignidad y el respeto a nuestro país". Lejos de templar las aguas, el rey las ha revuelto con una perceptible imprudencia.

A todos los lectores, el deseo de una muy Feliz Navidad.