La encuesta del CIS dada a conocer este jueves aporta novedades muy interesantes respecto a Catalunya. Quizás, la más relevante es que la candidatura de En Comú Podem dispone de una ventaja significativa, que amplía respecto al pasado 20 de diciembre, para ganar las elecciones del próximo 26 de junio. Su victoria sería contundente en escaños y votos ya que de los 12 diputados actuales subiría a 14 o 15 y, además, mientras todas las formaciones políticas bajarían en porcentaje de sufragios, ECP recogería en exclusiva todas estas papeletas. El sondeo tampoco trae buenas noticias para los independentistas, aunque son mejores para Esquerra que para Convergència. A los republicanos, el CIS les da ligeramente a la baja, aunque podrían conservar los actuales 9 escaños o perder uno. CDC sale peor parada ya que sus expectativas son de perder uno o dos. En cualquier caso, parece obvio que si ERC y CDC no consiguen situar a Catalunya en el centro del debate político de estas dos semanas -algo terriblemente difícil en una campaña muy españolizada mediáticamente por el posible sorpasso de Podemos al PSOE- sus expectativas de revertir esta situación son escasas.

Entre otras cosas, porque vamos a asistir a una campaña muy televisiva, donde el independentismo va a quedar fuera de la gran mayoría de los debates de las grandes cadenas, y los platós van a ser cosa de cuatro: PP, Podemos, PSOE y Ciudadanos. Tanto en el debate estrella a cuatro del próximo lunes como en este tan sui generis de Antena 3 programado para la noche de este jueves con cuatro mujeres candidatas bajo el título "Primero las mujeres". O bien donde las discusiones van a tener que ver, por ejemplo, con la hoz y el martillo. Sí, sí, con la hoz y el martillo, palabras que desaparecieron del lenguaje político después de las primeras elecciones de 1977 y que Pedro Sánchez, en un ataque de pánico después de la encuesta del CIS, ha resucitado al afirmar que la política española no se puede armar con los viejos símbolos comunistas. Nivel.

Es obvio que después del anuncio por el president Puigdemont de una cuestión de confianza el próximo mes de septiembre, en las elecciones del 26-J el independentismo se juega también conocer cual es su situación exacta, y que no se podrá comparar con el 27-S pero si con el 20-D. La suma y la individual. Pretender grandes objetivos con una tropa muy desmoralizada no parece ser la mejor estrategia y si Puigdemont y Junqueras mantienen la palabra dada de no rebajarlos tendrán que empezar a pensar que el final del silogismo no puede ser otro que movilizar a la tropa. Y sabiendo que el enfado de una parte del electorado de ambos, sobre todo de los convergentes, no es menor a costa del protagonismo de la CUP durante estos meses. En todo caso, habrá que estar atentos a un Puigdemont que el miércoles dejó atrás una presidencia por delegación y que hablará este mes de agosto todo lo que haga falta con Junqueras para acordar una estrategia común. Eso siempre y cuando el independentismo no salga del 26-J con respiración asistida.