Utilizar la metáfora de los dragones el día de Sant Jordi no es una novedad. La utilizó el año pasado el entonces president Artur Mas y han recurrido al animal mitológico otros presidents de la Generalitat ya que, en parte, es inevitable al ser Sant Jordi el patrón de Catalunya desde 1094 y representar el héroe protector que venció al dragón y salvó a la princesa, símbolo de la victoria contra el mal. También estuvo presente el dragón en las presidencias de Pasqual Maragall y José Montilla, aunque en aquellos tiempos era el Dragon Khan, una de las atracciones más famosas de Port Aventura y que simbolizaba para la opinión pública la inestabilidad del gobierno catalán entre 2003 y 2010.

Este año, el president Carles Puigdemont se ha referido también a los dragones y lo ha hecho para llamar a los catalanes a hacerse oír y respetar frente a los dragones feroces, que los hay, y muchos, y "nos quieren atenazar". Todo ello antes de celebrar un brindis por la República catalana junto a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y otros dirigentes del independentismo catalán. Que ello haya sucedido a los pocos días de la visita del president de la Generalitat a la Moncloa para entrevistarse con el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, es un signo de que las fotos amables fueron simplemente eso, instantáneas del momento. Consumo para los gráficos y los incautos.

España se va a adentrar en unas nuevas elecciones que, en la práctica, van a alargar la inestabilidad hasta la vuelta del verano. Todo ello con unas incertidumbres que igual tampoco se despejan. El horizonte no puede ser más desolador: el Govern y el Parlament aprobando leyes y, en el otro lado, el Consejo de Ministros, en funciones desde el 20 de diciembre, recurriéndolo todo y negándose a comparecer en el Congreso de los Diputados. Y, claro, lo fácil debe ser reírse de los dragones. Lo difícil, pactar, acordar y negociar.