Aunque las sucesivas derrotas electorales del PSOE habían puesto en cuestión el papel del partido en el mapa político español, es evidente que el golpe de estado contra Pedro Sánchez, del que ahora se cumple una semana, no ha hecho otra cosa que alimentar toda una serie de catástrofes contra la formación de los felipes, guerras, rubalcabas, susanas, etc. Nadie, sin embargo, lo había formulado con tanta rotundidad como la alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet y aspirante a la primera secretaría del PSC, Núria Parlon, que en una entrevista publicada ayer en El Nacional era contundente: "Si el PSOE permite el gobierno de Rajoy, está condenado a desaparecer". 

Y este es, en realidad, el dilema del PSOE y, por extensión, del PSC. Incapaces de tejer alianzas a su izquierda, como quieren sus bases, no tienen más remedio que entregarse a los populares cual ejército desarmado y sin nadie que lo mande. Estos últimos siete días hemos vivido la situación más absurda vista nunca en un partido político que, hace tan solo unas semanas, aspiraba a gobernar: las llamadas desesperadas a Mariano Rajoy para que se presentara a una nueva investidura en la que los socialistas le garantizaban los votos, mientras los populares, sobrados, les amenazaban con unas nuevas elecciones. Difícilmente se puede hacer peor, Susana.

Pero la pregunta de Parlon, tiene un segundo enunciado: ¿Puede desaparecer el PSC? y ¿Qué debe hacer para que eso no suceda? Porque lo preocupante no es que surjan manifiestos pidiendo el retorno de la Federación Catalana del PSOE a Catalunya, cosa que ya ha pasado en otras ocasiones, la cuestión es que a este PSOE que emerge mucho más centralista, demagogo y con tics poco democráticos, el PSC solo le puede plantar cara, prepararse para la resistencia al precio que sea o rendirse. En el primer caso, lo máximo que pueden aspirar sus dirigentes es a una cierta connivencia y con una autonomía cada vez más reducida. Si se adopta el tercer camino, seguirán la suerte de sus mentores, hoy llena de nubarrones. La resistencia es, sin duda, el más difícil y tampoco es seguro que la organización esté preparada para ello. Sobre todo si no se prepara. Es el camino que siguió Unió con Convergència y el resultado fue meridianamente claro. Primero se rompió CiU, después se rompió Unió y, al final, el partido democristiano desapareció (o casi).

Iceta o Parlon, a partir de la semana que viene, una vez se hayan celebrado, el próximo día 15, las primarias para liderar el PSC, deberán fijar el rumbo de un partido que era hegemónico en españolas y municipales, ahora es bisagra en la mayoría de los casos y que solo quiere cambiar de estrategia, no su política en Catalunya sobre el derecho a decidir porque esta carpeta, dicen, la cerraron hace tiempo.