Desde que Pedro Sánchez accedió a la Moncloa, en junio de 2018, tras una moción de censura a Mariano Rajoy, nunca se habían visto tantos nervios en las filas socialistas. El presidente parece haber entrado en aquello que en la política norteamericana se conoce como un gobernante pato cojo, ya que la opinión pública descuenta que su mandato se está acabando. En EE. UU suele suceder en la segunda parte del segundo mandato, cuando al inquilino de la Casa Blanca, le quedan tan solo dos años de poder, aunque ha habido presidentes, como Barack Obama, a los que esta situación les llegó antes de tiempo.

Viene Pedro Sánchez de sufrir un serio revolcón en las elecciones en la comunidad de Madrid, en mayo de 2021, donde se impuso por mayoría absoluta Isabel Díaz Ayuso y el PSOE obtuvo los peores resultados de su historia, quedando terceros, por detrás incluso de Más Madrid. A estos comicios les sucedieron los de Castilla-León, el pasado mes de febrero, donde el PP le arrebató al PSOE la primera posición y lo desplazó a la oposición con un acuerdo de gobierno entre los populares y Vox en que los primeros tuvieron que ceder la vicepresidencia y algunas consejerías. Feijóo validó la operación y su liderazgo no solo no ha sido castigado por la opinión pública, sino que se ha asentado definitivamente.

Llega ahora, el próximo domingo 19 de junio, la carrera más decisiva a la Junta de Andalucía, auténtico granero de votos socialistas históricamente y donde las opciones de recuperar la presidencia que ostentó el PSOE entre 1979 y 2019 son prácticamente inexistentes. Su actual titular, Juanma Moreno, del PP, camina con paso firme hacia su reelección y la única duda es saber a cuántos escaños se queda de la mayoría absoluta. Las encuestas dan a los populares como ganadores en las ocho provincias andaluzas, un golpe político muy significativo con las municipales y autonómicas en mayo de 2023 y las españolas en una fecha límite de enero de 2024, forzando al máximo el calendario.

Si a ello sumamos una inflación desbocada, los precios altos de la energía fruto de la invasión rusa de Ucrania y la falta de materias primeras, también alimentarias, el horizonte para Sánchez no puede ser más negro. Eso sin contar la inestabilidad política en el Congreso de los Diputados, donde Esquerra Republicana parece haberse cansado de tantos incumplimientos y de aparecer ante la opinión pública catalana como unos socios permanentemente engañados por la Moncloa. La publicación de los incumplimientos en las infraestructuras no ha sido más que la gota que ha desbordado el vaso, ya que la lista de agravios es sorprendentemente alta.

Los resultados andaluces servirán de guía para lo que queda de legislatura y veremos si se confirma que en España tras las próximas elecciones únicamente hay dos gobiernos posibles, el de PP y PSOE o el de PP y Vox, porque todas las otras combinaciones aritméticas son imposibles.