El ADN de la nueva Convergència, desde hoy Partit Demòcrata Català, empieza a tomar forma. Su definición como partido independentista y su apuesta por la República catalana no solo es toda una declaración de principios sino un auténtico cambio de edificio. El Partido de las Ambigüedades de Catalunya, que se ha encontrado tremendamente cómodo siendo definido durante décadas como una formación que practicaba la política de "la puta i la ramoneta" por sus posiciones ambivalentes, sale de la zona de confort. El nuevo partido que salió de la votación de los militantes de tres propuestas -Partit Demòcrata Català, Partit Nacional Català y Junts per Catalunya- tan solo se reserva una cierta ambigüedad ideológica en aras a preservar en su seno desde liberales a socialdemócratas pasando por socialcristianos y conservadores.

Muere Convergència y con ella se acaba una manera de hacer las cosas en las que los delegados se limitaban a aprobar por asentimiento las decisiones de la dirección. El caos del viernes, con el rechazo de los dos nombres propuestos para el nuevo partido, supuso un revolcón importante a una cierta prepotencia y a una organización no acostumbrada a estas situaciones. Este sábado han continuado algunas derrotas sonadas de la dirección, como la de una propuesta estrafalaria que pretendía designar a una persona para controlar un súper Consell de Qualitat Democràtica. Pero como que, al final, el hábito también hace al monje se imponía la idea de que un congreso fundacional permitía enmiendas que en otros momentos mucho más ordinarios serán más difíciles. Lo cierto es que la cumbre tenía por todo ello un cierto aire de asamblea y de credibilidad.

El cónclave del Fòrum también ha permitido visualizar otra cosa: los militantes no quieren un cambio simplemente cosmético y de un único día. Junto a las nuevas formas de hacer política ha de haber nuevas personas y ese va a ser el debate de las próximas dos semanas, en el tercer congreso que designará el equipo de dirección. Es más, lo lógico sería que se acabara presentando más de una candidatura por debajo de la presidencia, que nadie cuestiona, aunque sí se hace hincapié en algunos sectores del partido en que Artur Mas ha estado mal aconsejado. Si el ímpetu renovador se mantiene, algunos corsés del extinto partido sí pueden acabar formando parte de la historia. Pero para ello habrá que esperar, al menos hasta el fin de semana del 23 y el 24 de julio, cuando, casualmente, se cumplirán dos años de la confesión de Jordi Pujol, el gran ausente y al que por cierto nadie recuerda y nadie cita.