Aunque no hay ninguna duda de que la concentración de este domingo en el Passeig de Gràcia de Barcelona en contra de la amnistía ha sido un revés para sus promotores y una frustración para los tres líderes que más la han alentado: del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso y de Vox, Santiago Abascal. Toda la movilización de organización del partido que ganó las elecciones el pasado 27 de julio, con autocares de las diferentes provincias españolas, y la convocatoria expresa de los dos partidos de la derecha extrema, ha reunido a 50.000 personas, según la Guàrdia Urbana. Una cifra que queda lejos de las 300.000 que dio la misma Guàrdia Urbana en octubre de 2017 y que ahora pretendían repetir.

Pero si la cifra fue realmente muy pobre, por más que desde Madrid y desde los medios contrarios a la negociación de Pedro Sánchez con los independentistas digan lo contrario, lo más preocupante es el odio y la visceralidad que se vio en el centro de Barcelona. Que los dos gritos más repetidos fueran "Puigdemont a prisión" y "Puigdemont al paredón", que se viera una pancarta en la que se leía "Felipe VI cómplice del golpe de estado a las urnas, a la democracia y a la voluntad de los españoles" o alusiones a Pedro Sánchez del estilo de "Sánchez, mamón, tu amigo es Puigdemont" dan una idea de como transcurrió la concentración, en la que también había gente con la bandera preconstitucional y bazo en alto. Eso por no hablar de insultos a los medios de comunicación como el de "TV3, manipuladora".

Si Miquel Iceta y otros dirigentes del PSC cometieron el error en 2017 de alinearse con las derechas en aquella manifestación, ahora los socialistas, seguro que por necesidad, alimentan la negociación de la amnistía. Solo el PP tropieza siempre en la misma piedra: oponerse a la mayoría de los catalanes y mientras esto no lo entienda, lo interiorice y lo practique, las posibilidades de llegar a La Moncloa un día serán remotas, ya que no encontrará aliados que no sean Vox porque las demás formaciones —también el PNV— no tendrán margen para un acuerdo. 

Feijóo, engullido por esta derecha ultra tan asentada en Madrid, se encuentra siguiendo el paso marcado por José María Aznar y por Díaz Ayuso, un trayecto en el que tiene muy poco a ganar, ya que tanto Aznar como Ayuso le llevan ventaja. Si hemos de hacer caso de la calle, es evidente que los negociadores de la amnistía tienen bastante poco de lo que preocuparse. Otra cosa es que estos movimientos pretendan generar un estado de opinión entre las instituciones españolas, empezando por la Corona y siguiendo por la judicatura y el ejército. En los dos últimos es evidente que, con más o menos éxito, llegan noticias a diario.

Y es que la España del atado y bien atado, muy representada siempre en el deep state, va a tratar de revolverse contra la negociación actual. La intentaron con la apelación al transfuguismo en la investidura de Feijóo el pasado mes de septiembre, y sacaron toda su artillería pesada con Felipe González y Alfonso Guerra. Ahora, en esta escalada, ha sido la manifestación de Barcelona. En todo ello, han pinchado en hueso y, además, las negociaciones para la amnistía han seguido y no se han interrumpido. Ya deben haber constatado que, por ahora, van camino de la derrota.