"En los dispositivos de control y vigilancia establecidos por la Policía Nacional y la Guardia Civil en la frontera con Francia, así como en puertos y aeropuertos, no se detectó en momento alguno y hasta la fecha la presencia del prófugo Carles Puigdemont". Con este lenguaje, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha remitido al magistrado instructor de la causa abierta en la Sala Segunda del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, el informe solicitado tras la presencia en Barcelona y posterior retorno a Waterloo del president Carles Puigdemont. En informe remitido, achaca toda la responsabilidad a los Mossos, como policía integral en Catalunya, aunque Marlaska se cura en salud añadiendo que, una vez se conoció que Puigdemont se les había escapado a la policía catalana, impartió instrucciones al jefe superior de policía de Barcelona y al general jefe de zona de la Guardia Civil, a través del delegado del gobierno en Catalunya, para que se activaran "los recursos operativos y de inteligencia extraordinarios de ambos cuerpos" para localizar y proceder a la detención del president.
Marlaska fracasó y sabe que tiene un problema. Porque si al Partido Popular y al ministro Zoido se le escaparon cruzando la frontera en octubre de 2017, el actual ministro tiene un problema triple: ha entrado, ha vuelto a su domicilio en Bélgica y estaba avisado. Es normal la vergüenza de los cuerpos policiales, que desplegaron un operativo más propio de que estuvieran buscando a un terrorista que a un president de la Generalitat en 2016 y 2017, y actualmente diputado al Parlament de Catalunya, que —en condiciones normales en un Estado en que los jueces aceptaran las leyes emanadas del poder legislativo— ya debería tener concedida la amnistía. Por ello, hace del ataque la mejor defensa: en Catalunya todo fue responsabilidad de los Mossos. ¿Y en la frontera? No se enteraron porque el código de fronteras Schengen lo pone muy difícil.
Si al ministro Zoido se le escapó cruzando la frontera en octubre de 2017, Marlaska tiene un problema triple con Puigdemont: ha entrado, ha vuelto a su domicilio en Bélgica y estaba avisado
Parece más que probable que el juez Llarena, con toda la información recabada, no se va a quedar cruzado de brazos. Vamos a estar atentos a saber cuál es su movimiento, pero todo apunta a que se corresponderá con su enfado con la actuación policial, una vez estaba convencido, al ver que se presentaba Puigdemont en un acto de recepción en el Arc de Triomf de Barcelona, frente a la sede del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, que la pieza política por la que lleva suspirando desde 2017 pasaría en las horas siguientes a disposición de Tribunal Supremo en Madrid y sería ingresado en la prisión de Estremera.
En Catalunya, la situación no es mucho mejor, con un cuerpo de Mossos tensionado después de que Puigdemont se les escapara delante de sus propias narices y la rueda de prensa ofrecida por el ya exconseller Joan Ignasi Elena y el responsable del cuerpo, el comisario Eduard Sallent. El hecho de que 96 horas después de su toma de posesión, Salvador Illa, acompañado de la nueva consellera Núria Parlon, haya decidido desplazarse este miércoles al complejo policial de los Mossos en Terrassa tiene que ver con rebajar la tirantez y ofrecerles apoyo y tranquilidad. Algo que no será fácil, ya que la llegada del major Josep Lluís Trapero a la dirección general de los Mossos anunciada por Illa, colisionará con la actual estructura operativa de mandos de la policía catalana, y habrá que ver cómo se soluciona.