Tienen razón los que consideran que el movimiento de Emmanuel Macron, con la nominación del conservador Michel Barnier como nuevo primer ministro de Francia, se parece mucho más a un fraude y a una burla al electorado que a una astucia y un malabarismo del presidente de la República. Después de protagonizar el período más largo de un primer ministro interino con la excusa de los Juegos Olímpicos de París del pasado mes de agosto, Macron ha enseñado esta semana, por si había alguna duda, sus cartas para el futuro de Francia: todos los movimientos antes de las próximas presidenciales, previstas si no hay adelanto electoral en 2027, van a tener que ver con relanzar su maltrecha figura política y hacerse un hueco que le permita pasar a segunda vuelta entre la ultra Marine Le Pen y el insumiso Jean-Luc Mélenchon y ganar la elección por tercera vez.
El presidente se sabe el tercero en discordia y dominador, como es, del tablero político, intuyó desde el primer momento que entregar el cargo de primera ministra a Lucie Castets, como le pedía la coalición electoral que ganó las elecciones, el Nuevo Frente Popular, y asumir de facto una cohabitación, lo dejaba sin opciones entre la candidata de extrema derecha de Agrupación Nacional y la renacida extrema izquierda, que domina la coalición con Mélenchon. El primer movimiento de Macron fue mantener en el cargo de presidente de la Asamblea Nacional a una candidata de su formación política, Yaël Braun-Pivet. Renacimiento se hacía así con la presidencia de la Cámara legislativa a costa de la candidata comunista que la noche del 7 de julio, al conocerse los resultados, se las prometía muy felices.
Fue un primer aviso antes del triple salto mortal de Barnier. Así, el veterano exponente de la derecha gaullista, conocido en Europa por ser el comisario del Brexit, representante de una pequeña formación como Los Republicanos, de 73 años, se ha convertido en el primer ministro de más edad de la V República. Dándose la paradoja que sustituye al más joven de la historia, Gabriel Attal, de tan solo 35 años y que ocupaba el cargo desde el pasado enero. Barnier ha corrido a modificar el inicio de su página web, en la que publica artículos de pensamiento de su movimiento Patriotes e Europeens, y en la que hasta hace muy poco se leía: "El macronismo está destinado a desaparecer en 2027". Justamente ahora el encargo que ha recibido es para evitar que esto suceda: ¿Un encargo imposible? Tres de cada cuatro franceses, el 74%, creen que Macron no ha tenido en cuenta los resultados electorales de las legislativas y el 55% de los franceses están de acuerdo con las declaraciones de Mélenchon en las que sostenía que "las elecciones fueron robadas al pueblo francés".
Hoy la política ya no va de proyectos colectivos, sino de encontrar soluciones individuales para continuar en el poder
El inquilino de Eliseo, en cambio, apela a la responsabilidad republicana para evitar incluir a Agrupación Nacional y la Francia Insumisa en el gobierno. Es una falacia, sin embargo, ya que para ello entrega la llave de la gobernabilidad a Marine Le Pen, que emerge como la gran ganadora del movimiento de Macron después de no conseguir sus objetivos en las legislativas del pasado julio, en las que aspiraba a ganar y quedó tercera. Hoy todo el mundo sabe dos cosas: la movilización en Francia de la izquierda contra Barnier será importante y constante, ya se ha empezado a ver este sábado con concentraciones en diferentes ciudades gritando "Macron destitución" y "Macron golpe de Estado", y que el titular de Matignon caerá el día que la ultraderecha quiera, ya que sin el apoyo de los parlamentarios de Agrupación Nacional no hay gobierno Barnier.
Una última reflexión: los movimientos de Macron pensando solo en sí mismo ayudan a relativizar los de Pedro Sánchez. Hoy la política ya no va de proyectos colectivos, sino de encontrar soluciones individuales para continuar en el poder. O, a lo mejor, siempre fue así, pero ahora, a medida que ha bajado el nivel de los políticos, se nota mucho más.