La resiliencia —soberbia, para muchos— del presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, imperturbable frente a un país en llamas, con millones de manifestantes cada día protestando en las calles y ofreciendo una imagen de soledad en un momento tan grave para el país galo, es sin duda una de las imágenes de la semana. Francia vive una situación excepcional a causa de la imposición presidencial de la nueva edad de jubilación, que evolucionará de los 62 años actuales a los 64 hasta completarse en 2030. Después de una decena de jornadas de huelga y del aumento de las protestas, cuesta ver una salida, ya que incluso el cambio de gobierno se antoja insuficiente ante la convulsión social y política existente.

Hay dos ejemplos, absolutamente diferentes, de que la crisis está totalmente fuera de control y de que la resistencia de Macron tiene los pies de barro. El primero, el hecho de que el rey Carlos III de Inglaterra haya tenido que anular su primer viaje oficial a Francia porque no se le podía garantizar su seguridad y la agenda se iba a ver permanentemente alterada por las protestas en las calles. Una situación muy poco habitual, que da al traste con el trabajo de muchos meses y ofrece al mundo una imagen de fragilidad e impotencia, acorde con las imágenes de violencia e incidentes que estamos viendo permanentemente en muchas ciudades del país.

El segundo tiene que ver con la situación que se ha producido durante una entrevista en la televisión pública francesa al presidente galo. En un momento determinado se da cuenta de que lleva puesto un reloj de gran lujo, pone la mano debajo de la mesa y, cuando se le vuelve a ver la mano por televisión, el reloj ya no está en su muñeca. Todo ello, mientras hilvana un discurso de austeridad, recorte de pensiones y necesidad de adaptar Francia a una jubilación de 64 años. Es una imagen trágica, ya que, más allá de que demuestra una enorme falta de empatía con sus conciudadanos a los que pide sacrificios, también refleja improvisación y falta de solidaridad. Solo ha faltado que varios expertos en este tipo de relojes lo hayan valorado en unos 80.000 euros para que un nuevo frente se le haya abierto a Macron.

Por si todo eso fuera poco, el partido de la Eurocopa de fútbol frente a Países Bajos en el Estadio de Francia, en París, ha vivido este fin de semana una situación insólita con los aficionados gritando "Macron, dimisión". Es muy probable que en los próximos días Francia aborde una nueva moción de censura y que esta vez, a la tercera, sí prospere. El desgaste de Macron es más que evidente, sus índices de popularidad están bajo mínimos y existe la impresión de que ha perdido, en parte, el control de la situación. Todo ello, en medio de un estallido social larvado desde hace tiempo. Europa puede perder a su último referente.