A medida que avanzan las fechas del calendario sin un acuerdo de gobierno en España se hace más evidente la incapacidad de las fuerzas políticas por armar una mayoría parlamentaria, una situación a estas alturas incomprensible en la gran mayoría de las cancillerías europeas y muy especialmente en Bruselas. Un total de 24 gobiernos de la Unión Europea de los 28 países que forman parte del club están gobernados por dos o más partidos. En algunos estados desde hace décadas es la fórmula más corriente dada la parcelación del voto. ¿Cómo es posible que en España las negociaciones embarranquen por tanto partidismo?, se preguntaba en voz alta esta semana un diplomático residente en Barcelona.

La verdad es que las razones son muchas aunque las explicaciones son pocas. Al final, todo se reduce a un mero cálculo electoral, bien sea de partido o incluso a título individual. La simple hipótesis de unas nuevas elecciones el 26 de junio debería dar pánico a los partidos y no es este el escenario que se detecta tras las bambalinas. El primero que hizo evidente que quería elecciones fue el PP, al renunciar su candidato Mariano Rajoy a aceptar la oferta del rey Felipe VI de presentarse al Congreso de los Diputados y someterse a una sesión de investidura. Rajoy no tiene apoyos para gobernar y lo sabe de sobras pero, en cambio, sí parece tener capacidad real de bloqueo de la situación política. La convicción del gurú Arriola de que los casos de corrupción descubiertos desde diciembre y la explosiva situación en comunidades como Valencia le pasarán menos factura que a Albert Rivera y Ciudadanos sus escarceos con el PSOE, han convencido al PP de que lo mejor que podían hacer era esperar y esperar.

En el bando socialista han sucedido tres cosas en orden cronológico: la temeridad inicial de Sánchez, el placaje total que le han aplicado los barones socialistas y, finalmente, un perfil político demasiado anodino en una situación que era necesario arriesgar. ¿Y los dos pequeños? Rivera ha intentado sacar rédito a la situación y Pablo Iglesias ha actuado con tanta arrogancia que cada una de sus ofertas a los socialistas hasta la fecha ha consistido en llenar de clavos las sillas en que debían sentarse para negociar.

Se entra así en la semana decisiva. Ningún partido quiere hablar con ninguno. Una metáfora de la España actual en la que sobran las palabras.