La Mesa del Parlament tendrá que abordar este martes qué tipo de respuesta ofrece a la moción presentada por la CUP que, bajo la fórmula de buscar la ratificación de la declaración de ruptura del 9N aprobada por la Cámara catalana, incorpora un acto claro de desobediencia al Tribunal Constitucional. La moción de la CUP tiene, además, otro objetivo: tensionar a Junts pel Sí y al Govern a partir de una iniciativa política que fue aprobada hace tan sólo algo más de cuatro meses. No tanto porque haya dudas en el calendario que hay encima de la mesa y que ha ratificado públicamente el president Carles Puigdemont, sino porque en estos momentos todos los esfuerzos del Ejecutivo catalán están puestos en la aprobación de los presupuestos que el vicepresident y conseller de Economia, Oriol Junqueras, quiere presentar durante el mes de mayo al Parlament.

Y ese es el verdadero quid de la cuestión: ¿cumplirá la CUP su compromiso del pasado 8 de enero y aprobará los presupuestos o lanzará por la borda una legislatura ya de por sí corta? Todo da a entender que dentro de la organización cupaire hay voces importantes que pretenden incumplir los acuerdos de investidura del president Puigdemont y que necesitan construir una cortina de humo que les facilite la retirada de los pactos suscritos. Es obvio que la CUP es muy libre de tomar sus propias decisiones y de forzar la negociación, pero la mejor manera de ensanchar la base de independentismo, como tanto predican, debe ser, en buena lógica, ejerciendo presión sobre una formación con la que mantiene una frontera clara, como Catalunya Sí que es Pot y no desestabilizando a Junts pel Sí.

La hoja de ruta acordada no contempla la ruptura por fascículos, sino la preparación en el menor tiempo posible de las estructuras de Estado. El conseller de Salut, Toni Comín, presentó en la última reunión del Govern, y fue aprobado, un proyecto de ley de acceso universal a la asistencia sanitaria que supone una ruptura con la legislación española y que mejora la calidad de vida de todos los residentes en Catalunya con independencia de su situación administrativa. Es obvio que este es el camino realista, aunque a algunos les gusten más los fuegos artificiales.