La dimisión de seis de los quince miembros del secretariado nacional de la CUP culmina una etapa oscura de la organización, claramente alejada de los valores y los principios con los que concurrió a las elecciones del pasado 27 de septiembre. Durante casi nueve meses, la CUP ha puesto la política catalana patas arriba y se ha situado en el punto central de la mayoría de las decisiones que se han adoptado.

Pero la perspectiva que da el tiempo transcurrido es enormemente cruel con muchas de sus decisiones: el independentismo, al que dice pertenecer desde su vertiente antisistema, es hoy más débil que aquel 27-S pese a contar con 72 diputados, la mayoría absoluta de la cámara catalana. En las dos votaciones clave de la legislatura, la investidura del president y los presupuestos de la Generalitat, la CUP ha exprimido tanto a Junts pel Sí que su posición ha sido jaleada por los partidos unionistas y por el gobierno Rajoy. Estos sectores y no otros han sido los beneficiarios de sus decisiones más trascendentes. No es ni tan siquiera una opinión: es el repaso a un tiempo revuelto que ha mermado muchas ilusiones independentistas.

En este contexto, la explosión de la CUP no solo era previsible sino necesaria. Es probable que cambien pocas cosas en el seno de la organización anticapitalista, pero es importante que una minoría cualificada exponga ante la opinión pública cual es desde su perspectiva el funcionamiento real de la organización.

Vale la pena quedarse con algunas reflexiones, sobre todo con aquellas que hablan del aumento de actitudes sectarias y maquiavélicas (aunque no se le cita, la dimisión de los seis dirigentes cupaires es un mensaje claro al colectivo de Endavant, que tiene en la diputada Anna Gabriel su cara más visible); de la necesidad de recuperar un proyecto netamente democrático, transparente y asambleario; la crítica a las graves disfunciones democráticas y, finalmente, la defensa de un necesario cambio de rumbo. La semana próxima, la CUP ha anunciado el inicio del proceso para elegir un nuevo secretariado.

No parece probable que los que se han apoderado de los valores de la CUP y que ahora dominan con mano de hierro la organización permitan un cambio de rumbo. Pero será el principio del fin. Aquel que viene marcado por hacer lo contrario de lo que la mayoría de sus votantes están esperando.