El F.C. Barcelona se ha impuesto con autoridad al Sevilla en un partido épico -2 a 0 en la prórroga- y ya tiene su 28ª Copa del Rey y la cuarta en los últimos ocho años, confirmando de esta manera su dominio absoluto en el fútbol español. El equipo blaugrana consigue así el doblete de Liga y Copa, un hecho meritorio en una temporada en que los dos principales jugadores de la plantilla, Messi y Neymar, se han visto inmersos en problemas judiciales que, además, aún no han resuelto. No deja de llamar la atención, aunque debe ser casualidad, que los dos únicos jugadores que están con procesos judiciales abiertos sean del Barça.

La Copa del Rey de este año tiene un sabor especial para una parte importante de los aficionados después que desde la Delegación del Gobierno en la Comunidad de Madrid se dictaran una serie de normas y se instruyera a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado para impedir la entrada de estelades al estadio Vicente Calderón. Tan solo la respuesta rápida y atinada del colectivo Drets, que conforman un grupo de abogados, ante el contencioso-administrativo impidió que se consumara el desatino del Gobierno central, y su delegada, Concepción Dancausa, aún conserva el puesto.

El Barça ha conseguido el triplete en el Calderón: título, copa y estelades. Gracias a un desconocido juez de Madrid la democracia española ha solventado una situación peligrosísima, se ha evitado la vulneración de derechos fundamentales y la perplejidad de la comunidad internacional. Por cierto, los aficionados catalanes que portaban la estelada quitaron por la vía de los hechos la razón a Dancausa. Durante toda la jornada se expresaron por las calles de Madrid sin originar incidente alguno y lo mismo sucedió en el interior del estadio. Es probable que, en Madrid, nada de esto tenga importancia y la noticia vuelva a ser los pitidos al himno español al inicio del partido, algo más que previsible a la vista de lo que ha sucedido en los últimos años y después del atropello de la delegada del Gobierno.

La estelada no era una bandera de destrucción masiva, como había querido trasladar el Gobierno a la opinión pública, sino la ilusión y el anhelo de cientos de miles de catalanes, aquellos que se manifiestan pacíficamente cada 11 de Septiembre para conseguir un día que Catalunya sea un Estado independiente, y que tienen mayoría absoluta en el Parlament. Nada más, pero tampoco nada menos. Y este domingo, este espíritu pacífico se ha puesto una vez más de manifiesto, por más que se haya intentado durante toda la semana construir una gran mentira. Ya lo decía el novelista y dramaturgo japonés Kobo Abe: lo mejor para ocultar una gran mentira es rodearla de numerosas pequeñas mentiras.