Aunque no consta, es muy probable que el exministro de Educación José Ignacio Wert, socarrón como es y con un humor no apto para todos los públicos, profiriera una de sus clásicas embestidas cuando supo que Mariano Rajoy había anunciado por la mañana en el Congreso de los Diputados que dejaba sin efecto las famosas reválidas de ESO y de Bachillerato que debían entrar en vigor en los próximos meses. Quizás, incluso, con su hiriente desprecio intelectual que tanto le ha perjudicado olvidara el premio del que goza desde agosto del año pasado en París gracias a los servicios prestados al PP, que no a España, ya que ha sido uno de los peores ministros de Educación de los últimos 40 años.

No habrá reválidas y es un pequeño triunfo de la comunidad educativa y de los partidos de la oposición. También el único regalo con que obsequió al presidente del Grupo Parlamentario Socialista, Antonio Hernando, conocido entre sus propios correlegionarios como el traidor, por la facilidad con que ha pasado del 'no' al 'sí' y casi, casi, a no saludarse con Pedro Sánchez, del que era su segundo en el Congreso hace un par de semanas. Quizás por eso, Mariano Rajoy no estuvo ni generoso con él, en parte porque no tiene nada que agradecerle y también porque a este PSOE lo tiene cogidito, cogidito. La suspensión de las reválidas como único compromiso para quien firmó un documento con los demás partidos de la oposición comprometiéndose a hacer posible la supresión de la ley no parece precisamente un gran triunfo. Pero bueno, eso es lo que tiene gestionar además un resultado electoral: pasar una cierta vergüenza y que no te hagan ni caso.

Y lo que es peor, Wert tronchándose desde su palacio de la Avenida Foch de París, residencia de la que disfruta como embajador de España ante la OCDE junto a los 10.000 euros mensuales que cobrará más gastos de representación. Cientos de miles de euros gastados para reformas del jardín y otras minucias aparte. Eso sí. Sabe estar callado, algo que era imposible cuando ejercia de ministro plenipotenciario en Educación y un día se levantaba queriendo españolizar a los niños catalanes y al día siguiente abriendo una crisis con los rectores. El PP y Rajoy (los demás también) acabaron cansados de Wert. O eso decían cuando recordaban su arrogancia  y las formas despóticas de quien acabaría siendo su mujer, Montserrat Gomendio, la jefa. Pero qué caray, hoy están los dos en París, ella en la OCDE y él como embajador. No es seguro que el éxito tenga premio, pero, en su caso, lo que sí tuvo éxito fue el fracaso. El que hemos acabado pagando todos. Bueno, todos no. Ellos no.