Para los que les gusta retener las fechas, este martes 9 de agosto, a las 17 horas, Albert Rivera ha empezado a deshacer su enésimo compromiso y se ha abierto oficialmente a votar afirmativamente la investidura de Mariano Rajoy. Su oferta de seis condiciones de regeneración democrática para pasar de la abstención al sí y acercar al presidente del gobierno en funciones a la reelección es, básicamente, un ejercicio de prestidigitación de quien –legítimamente– no desea que haya nuevas elecciones por miedo a quedar literalmente abrasado en las urnas.

Rivera ha hecho, al final, lo que siempre se había dicho que haría, sobre todo desde el 26-J, y él negaba insistentemente. Los 32 diputados del partido naranja han empezado un camino que deberá completar una mayoría de 169 escaños, una vez se sumen los 137 del PP. Hasta los 176 parlamentarios en que está establecida la mayoría absoluta, solo faltarán siete.

De las seis condiciones de Ciudadanos para facilitar la investidura de Rajoy dos de ellas dependen exclusivamente del PP –acabar con los indultos a los procesados por corrupción (es potestad del gobierno) y la creación de una comisión de investigación sobre financiación ilegal del PP–. La separación inmediata de cualquier imputado por corrupción es, sino se legisla lo contrario, una decisión individual como parlamentario o, en el mejor de los casos, del partido. El resto de las condiciones dependen de mayorías parlamentarias más amplias que la absoluta como una nueva ley Electoral –tres quintas partes de parlamentarios en ambas Cámaras–, la limitación de mandatos o la eliminación de aforamientos.

El único sapo que deberá tragarse Rajoy es la Comisión de Investigación que, sin ser agradable, permite una negociación con Ciudadanos y, sobre todo, apretar al PSOE, que aún sostiene que no se va a mover. Resistir. Ahí radica el éxito de la política española. Entendido.