Italia ha cruzado este jueves una barrera que parecía que ningún país de la Unión Europea iba a franquear: la vacuna obligatoria a partir de los 50 años. Es una medida radical, que ha dividido al gobierno italiano que preside Mario Draghi, y se produce ante el importante aumento de contagiados por la variante ómicron. Los que no sigan la obligatoriedad del decreto aprobado por el gobierno —Italia aún está en estado de emergencia— podrán ser sancionados, incluso con la suspensión de empleo.

Después de que a principios de semana el presidente de la república francesa, Emmanuel Macron, señalara en una entrevista en Le Parisien que pensaba "joder" a los 5 millones de ciudadanos de su país que no se han vacunado, imponiéndoles severas restricciones, lo menos que se puede decir es que los principales países de la Unión han decidido salir de la zona de confort de la recomendación de vacunarse para adentrarse en un espinoso camino de persecución de los no vacunados. Alemania también baraja aprobar en febrero una ley de vacunación obligatoria, lo mismo que Austria.

Lo más llamativo es que fácilmente se puede pulsar entre la ciudadanía un sentimiento de apoyo a una mayor radicalidad contra los que aún no se han vacunado. Las fiestas navideñas, que muchas familias han pasado en precario por las restricciones que se han aplicado en Catalunya, han reforzado claramente este sentimiento de buscar entre los no vacunados una parte de sus problemas. Cuando, la realidad es, en parte, mucho más compleja, porque el origen del enfado está en que se nos dijo que la vacunación masiva resolvería los problemas de las restricciones y se acabaría la prohibición con burbujas diferentes a la nuestra y, todo eso, se ha ido al traste.

En algunos aspectos, las Navidades de 2021 no han sido para muchas familias tan diferentes a las de 2020, ya que el incremento de contagios derivados de la variante ómicron ha hecho que se cancelaran un buen número de reuniones familiares. Por otro lado, solo hace falta tener una conversación con actores del sector de la restauración para saber que han tenido que vivir al día en medio de cancelaciones permanentes y que, en algunos casos, han llegado a ser del 50% en un período clave del año y donde están en juego buena parte de los ingresos de los doce meses.

La pregunta que no tiene aún respuesta es si España se adentrará en el callejón de la vacunación obligatoria o verá los toros desde la barrera. Porque los niveles de población vacunada no son tan diferentes a los de aquí y en plena vacunación con la tercera dosis ya se empieza a hablar de la cuarta, cuya administración ya han iniciado algunos países. Para mí, lo más preocupante es el gran desconcierto que late detrás de cada decisión que se adopta.