Unió Democràtica camina hacia la extinción como formación política después de que los bancos no asumieran en primera instancia la quita que la formación política les proponía de la deuda contraída, y como consecuencia de ello se viera forzado a presentar un concurso de acreedores que ha puesto de relieve un pasivo de 22,4 millones de euros y un inventario de bienes de 5,8. Es normal que desde la formación democristiana se intente, a cada noticia que sale, retrasar al máximo esta situación, pero las cartas están tiradas y la situación es irreversible. En todo caso, sus dirigentes, que ya no pudieron hacer frente a las elecciones del pasado 26 de junio en España y no podrían hacer frente tampoco a unas terceras elecciones, deberán decidir en los próximos meses si desean permanecer en política y concurrir a unos futuros comicios en Catalunya al presentarse a las urnas con otro nombre. Quizás aquel que manejaron y que no llegó a ver la luz y que respondía al nombre de Construïm.

En cualquier caso, Unió camina hacia la extinción como marca después de que el electorado les castigara sin representación en los parlamentos catalán (27 de septiembre de 2015) y español (20 de diciembre de 2015). Aquel resultado respondió a un cúmulo de errores de los democristianos basados en una estrategia equivocada a la hora calibrar exactamente cuál era su fuerza en la desaparecida Convergència i Unió. También midieron mal el peso de los dirigentes críticos agrupados alrededor de Antoni Castellà que acabó partiendo el partido en dos mitades y dejando a Unió a la intemperie. 

Pero de todos sus movimientos, el más grave fue no detectar que la centralidad en Catalunya había cambiado y que era incompatible defender el nacionalismo de Carrasco i Formiguera haciendo una cruzada en contra del independentismo, pal de paller guste o no guste de lo que en su día fueron sectores moderados de la sociedad catalana. Las manifestaciones de la Diada reflejan a las claras esta evolución de una parte significativa de la sociedad catalana haciendo suyo el programa independentista. Todo ello ha convertido a Unió en un barco a la deriva con un contramaestre, Ramon Espadaler, que por más que intenta achicar el agua del barco está condenado a fracasar por la dimensión del agujero. Tan solo hace falta conocer el día.