El Govern de Catalunya ha roto con la monarquía española. Se podrá decir más alto pero no más claro. Será temporal o definitivo. Veremos. En un gesto institucional sin precedentes desde el Palau de la Generalitat, el president Quim Torra leyó a mediodía de este viernes una declaración oficial del govern independentista en la que anunció, entre otras cosas, que ni él ni ningún miembro del Ejecutivo catalán asistirá desde este mismo momento a ningún acto convocado por la monarquía española; y que, desde la Generalitat  tampoco se invitaría, a partir de ahora, al rey de España a los actos que organice el Govern de Catalunya. La decisión del president, de un enorme calado político e institucional y sin precedentes desde la restauración de la democracia, marcó una jornada en la que alrededor de los Juegos del Mediterráneo que se inauguraban en Tarragona se dilucidaron varios embates presentes desde el referéndum del 1 de octubre, la proclamación política de la independencia y las elecciones del 21 de diciembre.

Quim Torra ha tomado sus primeras decisiones de calado desde que logró la investidura en el Parlament el pasado 14 de mayo. En primer lugar, zanjó un debate que nunca debió de abrirse. El president de la Generalitat está presente en cualquier acto público que se celebre en Catalunya como primera autoridad del país. No se esconde, ya que tiene la representación de la soberanía popular y no renuncia a ella. Otra cosa era como expresaba el malestar del independentismo y por extensión de la mayoría parlamentaria y del Govern. En una jornada de mucho simbolismo gestual lo llevó a cabo, al menos en cuatro momentos. 

Primero, con la declaración institucional desde el Palau. Segundo, asistiendo a la concentración de la ANC y Òmnium para protestar por la visita del Rey a Tarragona. Tercero, no formando parte de la fila de autoridades que esperó al monarca a la entrada del estadio. Cuarto, entregando a Felipe VI los informes del Síndic de Greuges sobre la violencia del 1 de octubre y la persecución penal posterior; también un libro del fotoperiodista Jordi Borràs con las imágenes, algunas de ellas dantescas, de la actuación de Guardia Civil y Policía Nacional durante aquella jornada de votación. Cuatro momentos, todos ellos nuevos, y que suponen una quiebra institucional en los primeros compases de un nuevo gobierno en Catalunya.

Para los que se pierden en medio de sus fake news de los diarios de papel. El problema primero fue Artur Mas, y se emplearon todas las armas para su destrucción. Después ha sido Carles Puigdemont y por extensión todo el Govern, hoy en el exilio o en la prisión buena parte de sus miembros. Y, a partir de ahora, el problema será Torra. Cuando todo es mucho más sencillo si se aborda de frente el problema: no son los presidentes, es el referéndum, es la negociación prohibida sobre la independencia. Sobre el derecho a decidir. Sobre la autodeterminación. Mientras esta carpeta no sea objeto de un diálogo y una negociación, las vías de distensión que se intenten estarán condenadas al fracaso.

Un último apunte: ¿era necesario que la ceremonia de inauguración de los Juegos de Tarragona fuera tan extraordinariamente cutre? Porque si algo sobra en Catalunya es talento para actos de esta naturaleza. El responsable ¿pedirá perdón, no?