Catalunya afronta este domingo su quinta –¿y última?– Diada reivindicativa, completando la serie de manifestaciones que el soberanismo inició en 2012, una vez constató que era necesario iniciar un viaje, sin duda, incierto pero necesario, ya que estaba en riesgo su concepción como nación al haber fracasado estrepitosamente el Estatut, haberse iniciado un serio retroceso en sus competencias y, finalmente, estar sometido a una asfixia económica, fruto de un déficit fiscal histórico, que ahogaba cualquier iniciativa y maniataba su tesorería. Se recuperaba así, en la calle, una tradición antigua, ya que la Diada del 11 de Setembre ha sido siempre una festividad marcada en el calendario como una jornada reivindicativa. Ahora se han cumplido 40 años de la que se celebró en Sant Boi, semitolerada por las autoridades de la época, y el espíritu era el mismo de estos últimos años, por más que una pátina de explicaciones incompletas haya querido distorsionar los hechos.

La del 2016 no será diferente a las impresionantes movilizaciones del 2012, 2013, 2014 y 2015, con cientos de miles de personas en la calle. En este sentido, la concentración, en este caso cinco en diferentes puntos del país –Barcelona, Tarragona, Lleida, Berga y Salt–, ya es un éxito antes de celebrarse porque no hay precedentes de una multitud saliendo durante cinco años consecutivos a la calle pacífica, cívica y festivamente en defensa de sus derechos nacionales. Ello no hubiera sido posible sin un ensamblaje de partidos políticos y entidades soberanistas con un objetivo común y que, como se vio en las pasadas elecciones catalanas de aún no hace un año, contó con fuerza suficiente para obtener la mayoría absoluta en el Parlament. Es importante retener este hecho: la mayoría parlamentaria es soberanista y la minoría es unionista.

Este domingo, por tanto, no es una jornada para contarse, ya que eso sucedió en las elecciones del pasado 27 de septiembre. Pero sí es una jornada para enviar al mundo nuevamente un mensaje inequívoco de que una mayoría de la sociedad catalana quiere de una manera, pacífica y convivencial, ser un Estado más de la Unión Europea. Que querría pactar un referéndum con el gobierno español, como ha hecho Escocia con el Reino Unido, pero también que el president Puigdemont y su Govern tienen un mandato de los electores que se han comprometido a seguir, como ha recalcado nuevamente en su mensaje institucional del 11 de setembre. Y que el reloj sigue avanzando mientras la política española es incapaz de entender lo que está sucediendo en Catalunya.