Oír al presidente saliente del Tribunal Constitucional, en su discurso de despedida, proclamar que el proceso soberanista que se ha desencadenado en Catalunya desde el año 2012 no puede ser resuelto por este alto organismo del Estado es casi impagable. Y también, oportunista. Francisco Pérez de los Cobos, magistrado del TC desde el año 2010 y su presidente desde junio de 2013, ha tenido mucho tiempo para expresar que el camino no era el Tribunal Constitucional. Decirlo en el momento en que se está despidiendo no es muy honesto. Bajo su presidencia, el Alto Tribunal ha aceptado una modificación exprés de la ley que lo regula, que tenía como único objetivo dotarlo de instrumentos para perseguir a cargos electos de Catalunya; ha aceptado ser un instrumento de parte y no el árbitro neutral que cabía esperar y ha encorsetado la Constitución hasta dejarla inoperante para solucionar problemas territoriales. Claro que el TC no debe resolver lo que es un tema exclusivamente político, señor De los Cobos.

La pregunta es por qué ha callado durante todo este tiempo y por qué pide diálogo ahora que su opinión ya no es relevante. Habrá que anotarlo a título de inventario pero, lamentablemente, poca cosa más. Y lo curioso es que que si De los Cobos pedía diálogo por la mañana, por la tarde eran personalidades tan diferentes como el president Carles Puigdemont o el exseleccionador español de fútbol Vicente del Bosque los que abogaban por un diálogo franco en el acto de entrega del Premi Blanquerna, un galardón de la Generalitat a personalidades que hayan realizado en el tiempo una contribución al desarrollo y conocimiento de Catalunya. En el caso de Del Bosque, unas declaraciones suyas abogando hace un tiempo por el derecho a decidir de los catalanes provocaron un gran revuelo y nunca las enmendó.

Pero ciertamente no han de ser ni De los Cobos ni Del Bosque los que aborden la cuestión catalana y la reivindicación de un referéndum. Han de ser los políticos los que acepten el envite del Govern y el Parlament. Los que se sienten en la mesa a negociar. Un esquema hoy del todo imposible e implanteable y que no encuentra en los actores de la política española la altura de miras necesaria y una respuesta positiva. Mientras siga siendo así, habrá que quedarse con las declaraciones de los salientes o los outsiders ya que los responsables del diálogo han optado por hacer dejación de funciones. Una lástima.