La decisión del Tribunal Supremo (TS) de declararse competente para juzgar el sumario del 1 de octubre, quedarse a doce procesados —nueve de ellos en prisión provisional y otros tres miembros del Govern en libertad— y devolver la causa de otros seis procesados, miembros de la Mesa del Parlament en su gran mayoría, al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) demuestra la arbitrariedad en esta macrocausa contra el independentismo catalán. Se adoptan tres decisiones, pero también se podrían adoptar las contrarias. Así, el TS podría no declararse competente y enviar toda la causa al TSJC, podría quedarse los 18 imputados y también podría enviarlos a todos al TSJC, para que así tuvieran una instancia judicial más a la que apelar al final de todo el proceso.

Pero, al final, se ha cumplido más o menos el guion y lo más importante ha sido lo que se esperaba: los juzgará el Supremo, que para eso hizo todo lo posible por quedarse la causa y enviarla de Barcelona a Madrid. Incorporó la rebelión allí donde solo había una protesta pacífica y masiva (que no tumultuosa); mantuvo la malversación contra viento y marea, aunque fuera negada en las Cortes por el presidente del Gobierno (Rajoy) y por su ministro de Hacienda (Montoro), y apremiará a los abogados con un tiempo corto para preparar las defensas e impedirá a los acusados que puedan, junto a sus letrados, prepararse en libertad para un juicio trascendental.

Sin embargo, el guion judicial solo contempla el castigo y el escarmiento para el que será también un juicio a la democracia española. No por parte de los medios españoles, ni de su clase política, ni tampoco de sus jueces más relevantes, ni del mundo de la judicatura en general. Tampoco por parte de la Comisión Europea y todo el armazón comunitario residente en Bruselas. Pero, por suerte, no se acaban aquí los actores internacionales: medios de comunicación, diferentes ONG, equipos de mediación internacional, parlamentarios europeos y de diferentes Estados también expresarán su parecer durante los dos meses de juicio a partir de finales de enero. 

Y será en esta mirada mucho más amplia donde se jugará la batalla de los relatos. Como se jugó el 1-O la de la violencia policial: en el extranjero. En la soledad de las prisiones, en unas fechas en que la injusticia es mucho más dolorosa, me consta que los nueve presos políticos solo piensan ya en su defensa. En el gran altavoz internacional que será el juicio. El Supremo no lo tendrá fácil.