El candidato del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, apabulló al presidente y candidato socialista, Pedro Sánchez, en el único cara a cara que se va a llevar a cabo en la campaña electoral, realizado en AtresMedia y moderado por Ana Pastor y Vicente Vallés. Sánchez acabó varias veces en la lona, no resistió las embestidas de Feijóo, pareció un presidente desprotegido, sin discurso, mediocre e incluso histriónico perdiendo claramente la batalla del aplomo, la imagen y la actitud. No recuerdo una victoria de un contendiente sobre el otro en un cara a cara a la presidencia del gobierno español tan decantada hacia uno de los dos desde que en 1993 José María Aznar derrotó ampliamente a Felipe González.

Dicho esto, el debate fue insufrible y el formato con moderadores en un segundo plano voluntario, un auténtico disparate. Ninguno de los dos contendientes podía hablar más de unos pocos segundos sin que su adversario le cortara la intervención, le descalificara o le dijera que mentía. Fue, por todo ello, un debate extraño desde el principio. Tenía que salir atacando Pedro Sánchez, que va detrás en las encuestas, y no lo hizo. El primer tema a debate era la economía que, en el contexto europeo, está razonablemente bien, y fue Feijóo el que llevó la iniciativa y consiguió que le quedara al espectador la idea que el empleo y la inflación son menos buenos de lo que en realidad reflejan las estadísticas y que la gestión económica de Sánchez se había basado en el despilfarro y un crecimiento ilimitado de la deuda pública. Todo ello lo remató con la microeconomía de la cesta de la compra y el alquiler de la vivienda. Muy probablemente, el presidente se esperaba en esta carpeta, la más difícil para el candidato del PP, un Feijóo a la defensiva y ante el sorprendente cambio de guión no tuvo reflejos ni para responder que detrás de la crisis de Caja Madrid estaban los populares Rato y Blesa.

Si Sánchez lo apostaba todo al cara a cara, ya puede ir cambiando de estrategia e inventándose alguna cosa nueva en lo que le queda de campaña. Además de perder claramente el debate sobre la economía española, tampoco salió bien librado de su política social, pese a los avances realizados, donde tuvieron más peso sus rectificaciones sobre la ley del solo si es sí que los peligros de las derogaciones de leyes que se pueden llevar a cabo si gobiernan PP y Vox. Cuando se llegó al tercer apartado del debate, el de pactos políticos y alianzas, buena parte del pescado estaba vendido. Aquí fue un clásico: Feijóo reprochando a Sánchez sus acuerdos con Bildu y Esquerra y Sánchez los del PP con Vox. Mucho más protagonismo Esquerra que Junts —no apareció nombrada hasta el minuto 104 del debate— y de Bildu que del PNV, aunque el protagonismo de Catalunya fue claramente a la baja respecto al de elecciones españolas anteriores.

El fracaso de Sánchez en el debate, que ya veremos si no acaba siendo más su sepultura que el despegue electoral que esperaba para abordar la docena de días que le faltan de campaña, debería abrir, en condiciones normales, un terreno de juego tanto para Esquerra Republicana como para Junts per Catalunya y los comunes. Pero eso es muy difícil, ya que la españolización de estas elecciones supera registros anteriores y las condiciones objetivas tampoco son normales. Los dos partidos independentistas tienen desmovilizada a una parte importante de su electorado —a Junts solo le faltaba la obscena puñalada de la eurodiputada Clara Ponsatí al president Carles Puigdemont— y los comunes vienen de pactar con el PP el ayuntamiento de Barcelona, demostrando que lo de Manuel Valls ellos aún lo podían superar. 

En un debate tan atípico, lo único que respondió al guión fue la indumentaria. Sánchez traje azul, camisa ligeramente azulada y corbata roja, mientras que Feijóo apostó por tres prendas azules, como se espera de un candidato conservador. Resumiendo: un debate muy pobre y falto de argumentos que acabó con un Feijóo un poco más cerca de la Moncloa.