El imperdonable patinazo del presidente Mariano Rajoy proponiendo al exministro José Manuel Soria como uno de los directores ejecutivos del Banco Mundial ha acabado en tragedia para el inquilino de la Moncloa. Ni cien horas ha aguantado una propuesta que era ridícula y un insulto al sentido común. Tanto da que la iniciativa surgiera de Soria, del ministro Luis de Guindos, de Rajoy o de todos ellos. Era un auténtico disparate cuando los casi nueve meses que llevamos con un gobierno en funciones en España van, sobre todo, de regeneración democrática. En este contexto, ¿quién podía imaginarse que para un cargo internacional se podría nombrar a un ministro que tuvo que dimitir precipitadamente hace solo unos meses por aparecer en los llamados papeles de Panamá

La tozuda realidad ha ganado la batalla y ha dejado desprotegido a Rajoy y a los miembros del PP y de su gobierno que esquivaron en público el debate o cerraron filas con la decisión adoptada. Curiosamente un barón popular tan poco mediático como el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, y su vicepresidenta, fueron de los pocos en reprochar la propuesta de nombramiento. El resto, incluida la camada de nuevos dirigentes jóvenes del partido, más sensibles en otros momentos al cabreo de la calle, envolvieron la designación hablando de sus cualidades como funcionario y resaltando la honorabilidad de Soria. El propio presidente en funciones elogió desde China hace tan solo 24 horas el currículum de Soria, que lo hacía idóneo para el cargo.

Cobrarse una pieza política de tu adversario es uno de los objetivos de cualquier partido, y, desde este punto de vista, es del todo evidente que allí donde hay damnificados siempre hay beneficiados. A unas horas de que empiece la campaña electoral en el País Vasco y Galicia para las elecciones del 25-S, el PP ha tenido un tropezón con el que no contaba. Seguramente, Alberto Núñez Feijóo, que se debate entre conseguir la mayoría absoluta -el éxito- o no alcanzarla -el fracaso- debe ser hoy uno de los políticos que hace más números sobre los posibles votos perdidos. Además, Rajoy es gallego y su papel en estas elecciones nunca es menor. El PP va a cerrar lógicamente filas en un asunto que no es baladí. Y va a achicar agua del camarote de la Moncloa. La clave está en si la oposición al Gobierno en funciones va a hacer algo más que seguir refunfuñando y continuar en su política de vuelo gallináceo. Incapaz de acordar nada que pueda desbloquear la situación.