Los límites de la Operación Diálogo del Gobierno español han chocado este martes en Barcelona con la cruda realidad: a la ya conocida oposición del ejecutivo de Mariano Rajoy al referéndum de independencia que ha comprometido el Govern de la Generalitat hay que añadir ahora la ausencia más absoluta de cualquier propuesta política en la visita que la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ha realizado a su homólogo catalán, Oriol Junqueras. La anunciada cumbre celebrada en Barcelona, y que la Moncloa había cuidado de preparar con una envolvente campaña mediática, fue mucho más una conversación cordial entre dos dirigentes de partidos muy alejados en sus planteamientos que el inicio de un medido plan para poner encima de la mesa propuestas políticas o inversiones que allanen una reunión entre Rajoy y el president Carles Puigdemont.

Era la segunda reunión entre Santamaria y Junqueras en prácticamente un año desde que se constituyó el Govern. Y las palabras que dijo después de aquella cita en la Moncloa del pasado mes de julio, casi valdrían para este encuentro de enero: "A efectos prácticos, nada de nada", señaló el vicepresidente al abandonar el complejo presidencial español. En este caso, utilizó otras palabras pero el resultado no es muy diferente. Con una variable, sin embargo: en aquellos meses de verano el Ejecutivo español no había puesto en marcha toda su potencia mediática para presentarse ante la opinión pública como una administración dialogante frente a la presunta intolerancia del gobierno catalán. Este mantra es repetido un día y otro día, pero en su visita a Barcelona la vicepresidenta Santamaría no ha dado respuesta concreta a ninguna de los 46 puntos específicos de la Generalitat presentados en la Moncloa en una primera fase por Artur Mas y meses más tarde por Puigdemont.

En todo caso, una genérica reflexión sobre algunas de estas demandas de la Generalitat y la coincidencia con propuestas similares de otras comunidades autónomas. La contundencia de Junqueras reiterando el compromiso con el referéndum al término de la reunión delimita perfectamente el perímetro del desencuentro. Y más allá de palabras educadas, la cumbre fue muy poca cosa más que el té de las cinco en Rambla de Catalunya, 19. Eso sí, ambos hablaron durante unas dos horas, tiempo más que suficiente para decirse las cosas cara a cara.