La imagen de Pedro Sánchez, posando en la foto de familia de los jefes de Estado y de Gobierno envolviendo al todopoderoso presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, en la reunión de la cumbre de la Alianza Atlántica celebrada en Bruselas bien podría ser un cuadro de Gustave Courbet, principal representante del realismo, un movimiento pictórico que se dio en Francia a mediados del siglo XIX. Sánchez, a la derecha, solo, claramente alejado del resto de líderes, queriendo marcar voluntariamente distancia de Trump, Rutte y todos los gobernantes belicistas, plantándose ante las exigencias del 5% del PIB como contribución para la defensa europea. A Sánchez no le siguió nadie, o nadie relevante entre los países de la OTAN, pero eso es lo de menos para el timonel español, necesitado de recuperar espacio político con noticias que actúen de dique de contención ante las que no puede controlar relacionadas con la corrupción que afecta a su partido y a su familia, su esposa Begoña y su hermano David.
El jefe de gobierno español está librando un pulso doméstico a caballo del conflicto con la OTAN, bestia negra de la izquierda española a la que necesita desactivar para tener ese espacio político mínimamente tranquilo. Es probable que lo logre con Sumar y Yolanda Díaz, pero le será mucho más difícil con Podemos y Pablo Iglesias, que enarbolan la bandera de abandonar la Alianza y romper relaciones con Israel. En medio de todo ello, Sánchez, que el domingo convocó de urgencia una comparecencia pública en la Moncloa para señalar que se plantaría este miércoles en el 2,1% del PIB como contribución española, y ahí están las grabaciones, negaba en Bruselas que lo hubiera dicho y se lo endosaba a las Fuerzas Armadas y al Ministerio de Defensa. La OTAN desmiente que haga una excepción con España y pone como prueba irrefutable el texto firmado por todos los países que habla del 5%. La revista Politico, la más prestigiosa en el análisis de la actualidad europea, señala a Sánchez como el responsable de convertir a España en "el nuevo paria de la Alianza".
Pero seguro que el laboratorio Tezanos ha identificado que si en alguna cosa la opinión pública española está claramente diferenciada de países del entorno es en la cuestión de la OTAN, ya que el debate sobre las bases norteamericanas ha inclinado un sentimiento de distancia con Estados Unidos, claramente reforzado con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Sánchez eso lo sabe y por eso los gestos de no saludarse con Trump o contrariamente a lo que es habitual en él, no conversar mucho con el resto de socios, sentarse rápidamente en su silla y mantenerse distante y en completo silencio durante la fotografía de familia. Un duelo con Trump cree que le beneficia, pero con el presidente norteamericano siempre hay que tener cuidado, ya que sus respuestas acaban siendo desproporcionadas. Su primera reacción ha sido amenazar a España con represalias comerciales y agitar la bandera de los aranceles y la subida del gravamen a las exportaciones españolas. ¿Lo llevará a cabo Trump? El inquilino de la Casa Blanca es una caja de sorpresas pero detrás de su bravuconería acaba habiendo en muchas ocasiones una seria amenaza.
Después de las fanfarronadas de Trump y de Sánchez, todo puede acabar pasando
Estados Unidos es el sexto país al que más exportaciones españolas se destinan y por encima de los 1.000 millones de euros en 2024 están las de electrodomésticos y aparatos mecánicos, aparatos y material eléctrico, aceite de oliva y otros, combustibles y aceites minerales, y productos farmacéuticos. La contundencia de Trump ante la negativa española —"Nos lo devolverán con aranceles, porque no dejaré que eso pase"— acabará siendo una bravata o un pulso que algún sector empresarial español acabará pagando más pronto que tarde. En estos momentos, entre Estados Unidos y la Unión Europea existe una tregua comercial, después de que Trump retrasara hasta al 9 de julio la fecha para imponer un arancel del 50% a los productos comunitarios. Veremos si hay una excepción española, ya que después de las fanfarronadas de Trump y de Sánchez todo puede acabar pasando. Es el peligro de juntar política doméstica con política internacional. El cóctel puede acabar siendo explosivo.