Golpe de efecto de Pablo Iglesias siguiendo el copyright de Artur Mas: da un paso al lado, acepta no estar el gobierno de Sánchez pero él escogerá todos los ministros de la formación morada y el peso de Podemos en la composición del nuevo Ejecutivo español será proporcional al número de diputados, un tercio. Iglesias ha enviado un potente mísil a los socialistas después de que estos se lanzaran a la desesperada propagando a los cuatro vientos que el único veto era al líder de los morados. Y todos, convencidos como estaban, de que Iglesias no se apearía de obtener un sillón en el Consejo de Ministros.

Iglesias se aparta, pero su relato gana fuerza entre la izquierda tanto si le sale bien -ministros suyos en el Gobierno- como si le sale mal: nuevas elecciones. El problema no habrá sido él y su ambición por estar al precio que sea en el Gobierno. Devora la estrategia de Sánchez y la negociación la sitúa arriba de todo: una vicepresidencia y cinco ministerios. Además, a la práctica, en las políticas que Podemos quiere implementar no hay ninguna diferencia entre Iglesias, Montero o Echenique, por citar dos nombres que estos días se han puesto sobre la mesa. 

Si Sánchez acepta el juego de Iglesias, algo que está por verse, ahora o antes de las votaciones del martes -mayoría absoluta- y jueves -mayoría simple- serán necesarios votos independentistas, aunque sea bajo el eufemismo de la abstención. A estas alturas de la partida, serían, hipotéticamente, votos gratis en el corto plazo de Esquerra Republicana o de Junts per Catalunya. 

Las dos formaciones catalanas tienen una ligera inclinación a votar un gobierno de coalición de esta naturaleza sabiendo, eso sí, que hagan lo que hagan su voto no será entendido por la totalidad de sus electores. El silencio del PSOE en el escandaloso caso del CNI y las vinculaciones con el imán de Ripoll en los días previos a los atentados de Barcelona y Cambrils, reveladas por las informaciones que se han venido publicando esta semana es, además, un plato de muy pesada digestión para los dos partidos independentistas. Sin embargo, en ambas formaciones parece existir una corriente importante a favor de no impedir un gobierno quién sabe si capaz de abrir alguna puerta, una circunstancia que no se ha producido hasta la fecha y que es remota; pero, para estos dirigentes, la única opción posible a explorar.