Sánchez está irritado, repiten invariablemente los portavoces de la Moncloa ante cada movimiento de Pablo Iglesias para intentar, a toda costa, un gobierno de coalición con pesos pesados de la formación morada. Debe ser un estado de ánimo habitual en los presidentes españoles cuando las cosas no salen como a ellos les gustaría y los partidos llamados a completar la mayoría parlamentaria no bailan la música que se toca desde el poder. El independentismo sabe bien lo que sucede cuando Sánchez está irritado: sucedió hace pocos meses, cuando condicionó el presupuesto para 2019 a un avance en las negociaciones con el gobierno español y emergió la figura del relator. El PSOE cortó por lo sano y su tantas veces repetido sentido de estado se transformó en unas ventajosas elecciones en las que mejoró resultados a costa de Podemos y PP.

Ahora repite el chantaje con Podemos y si no se pliega a sus condiciones, le amenaza con nuevas elecciones en España, con lo que se cerraría un ciclo realmente insólito de cuatro elecciones españolas en 48 meses. Cuando a veces se habla de la mala relación entre los partidos independentistas, que es verdad y es muy lamentable, valdría la pena prestar unos minutos de atención a la política española. Cuatro fuerzas destacadas ―más Vox tratando de abrirse paso entre la extensa derecha extrema― y con un grado de enemistad y de agresividad entre ellas que les impide, en muchas ocasiones, llegar a cualquier acuerdo. A veces, incluso a los de repartirse el poder.

Ahora, Sánchez e Iglesias aprovechan todos los resquicios posibles para disparar con armas que a veces no parecen de fogueo. Se vieron el jueves durante una hora, en un ambiente de tanta frialdad que a las pocas horas ambos realizaron movimientos que no se habían explicado ni por cortesía. El líder morado anunció una votación a la militancia para conocer cuál debía ser la posición del partido en la investidura si el PSOE no acepta un gobierno de coalición. Una consulta a cámara lenta que se alargará hasta el jueves 18, y el 23 se votará en el Congreso la investidura de Sánchez. Por su parte, el presidente filtró una cierta apertura a Podemos con ministros escogidos por él, algo que recuerda mucho a lo que durante un tiempo hizo Pujol con Unió y que luego ya no pudieron hacer ni Maragall, Montilla, Mas, Puigdemont o Torra.

La política española va muy atrasada en coaliciones. Dieciséis años en Catalunya y varias decenas en la gran mayoría de países europeos. En eso, también, España es diferente.