El sí definitivo de la CUP a los presupuestos de la Generalitat para el año que viene supone, en la práctica, situar el referéndum de independencia de Catalunya en la rampa de salida de la política catalana para los próximos meses. Se inicia así, y en medio de un cierto reencuentro del independentismo, una especie de cuenta atrás que tiene una fecha límite, finales de septiembre, y también una fecha, hoy por hoy, probable, antes de las vacaciones de verano. Lo cierto es que el independentismo cierra fatigado el debate sobre la aprobación o no de los presupuestos después de una batalla de meses y, como acostumbra a suceder habitualmente en el bando victorioso, todos obtienen, al final, mayores triunfos que derrotas. 

La CUP se desprende, veremos si provisional o definitivamente, de la etiqueta de partido irresponsable y dispuesto a hacer descarrilar el proceso si este no llevaba aparejado ciertas dosis de revolución social. Al final se ha podido comprobar que los cambios en la organización del pasado verano, incorporando a puestos cruciales a Quim Arrufat y Lluc Salellas, no eran gratuitos. El vicepresident Oriol Junqueras respira tranquilo con las cuentas aprobadas  y dispondrá, en su condición de conseller d'Economia, de un nuevo presupuesto que contempla un incremento de gasto social de más de 1.170 millones de euros. En este papel ingrato de rótula entre CUP y PDeCat, un perfil más potente que algunos le reclamaban quizás no hubiera sido acertado. Y, finalmente, el president Puigdemont, que se ha movido al filo mismo de la navaja desde que vinculó primero su continuidad a una moción de confianza, el pasado mes de junio, y después el referéndum a la aprobación de los presupuestos ha obtenido una victoria política valiosa. Y podrá decir a su partido que además ha sido sin mover la pieza del incremento de impuestos, algo que daba verdadero pánico en el PDeCat.

En este contexto, obviamente si el independentismo cierra la batalla presupuestaria fatigado, el unionismo la cierra exhausto y derrotado. Su apuesta a fondo por unos presupuestos despeñándose entre la algarabía de una batalla campal entre los partidarios del referéndum o referéndum no se ha producido y deberán reciclar a marchas forzadas todo su argumentario. Obviamente, las elecciones también se evaporan del horizonte político ya que con el referéndum en el horizonte se pueden hacer todo tipo de especulaciones pero no dejarán de ser más que un divertimento entre contrarios al referéndum. A ello podrán dedicarse PP, PSOE y Ciudadanos, pero ¿qué harán los comunes?. El independentismo se ha aclarado pero la espera a Colau y su equipo no podrá ser infinita, sobre todo porque la tercera vía no va a existir.

El hecho de que el pasado jueves estuviera mediáticamente marcado por el conocimiento de todas las exageraciones que ha ido proclamando el ex senador y ex juez Santi Vidal por el  territorio, sepultó unas declaraciones muy importantes del presidente Rajoy sobre el perímetro real de la Operación Catalunya. A preguntas de la COPE, ofreció tres repuestas al periodista: primero, un no al referéndum con los argumentos ya conocidos; segundo, otro no al régimen fiscal diferenciado para Catalunya porque "generaría problemas descomunales"; y un tercer no hipotéticamente a un nuevo Estatut que contemplara mayor peso político para Catalunya "porque en estos momentos no es la necesidad". Y, como solución, ¿qué ofreció? Más inversiones. Más allá de que incluso el socialista Miquel Iceta tendrá que pensárselo dos veces antes de dar su apoyo a una propuesta tan pobre, los comunes no podrán compartir este diagnóstico y mirar a otro lado quizás será imposible.

Y todo ello mientras el incremento de la judicialización de la política catalana crece a una velocidad de vértigo y sus actores principales se ven sometidos a nuevas actuaciones de la Fiscalía y de los tribunales. La partida final y de duración incierta ha empezado.